Extracto
Índice
1. Introducción
2. La influencia de las lenguas indígenas
2.1. Teorías del español de América
2.2. Las etapas del contacto lingüístico
2.3. La propagación de indigenismos
2.4. Análisis de un fragmento de Historia de Venezuela
2.5. Análisis de un fragmento de Historia general de las cosas de Nueva España
3. El papel del náhuatl en México
3.1. Similitudes y diferencias entre náhuatl y español
3.2. Encuesta sobre el uso de la lengua náhuatl
4. Conclusión
5. Bibliografía consultada
1. Introducción
La vasta variedad del español de América procede de varios factores, pero el aporte más importante ha sido la convivencia con las lenguas indígenas. Por lo tanto, el presente trabajo tiene como objetivo resaltar dicha influencia en la formación del español americano. Por ese motivo, entre las distintas teorías formuladas sobre el origen de las variedades del español de América, se destaca la importancia de la teoría indígena sustentada por Rodolf Lenz, quien en su obra Estudios Chilenos identificó el origen de muchas peculiaridades fonéticas del español americano en la lengua indígena. Además, también se menciona la delimitación de cinco zonas dialectales propuesta por Pedro Henríquez Ureña, clasificación que es hoy en día insuficiente.
A continuación, se explican las distintas etapas del contacto lingüístico entre indígenas y españoles. En los primeros años de la colonización, las situaciones de contacto lingüístico y adaptación del mundo amerindio al mundo europeo y viceversa dieron lugar por un lado a la “indianización” y por otro a la “hispanización”, generando así tanto cambios culturales y sociales, como lingüísticos. Estos incluyen la creación de “signos biculturales” y la incorporación de préstamos dentro de los dos idiomas.
Como evidencia de la presencia de indigenismos en textos y documentos antiguos, este trabajo presenta un análisis de un fragmento de la obra Historia de Venezuela de Fray Pedro de Aguado y otro de la Historia general de las cosas de Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún. El análisis consiste en examinar los términos de origen indígena desde una perspectiva lingüística, es decir, reflexionando sobre la etimología, y desde una perspectiva diacrónica, tratando de verificar cuándo se empezó a utilizar un cierto indigenismo en los textos, cuándo se generalizó y dejó de usar.
Finalmente, el segundo capítulo, trata del papel del náhuatl en México. En concreto, se hace una breve mención a las similitudes y diferencias que caracterizan a la lengua española y náhuatl y, por último, se expone una encuesta mediante la cual se lleva a cabo un sondeo sobre el empleo de la lengua náhuatl en México y su importancia en el desarrollo de la lengua española.
2. La influencia de las lenguas indígenas
2.1. Teorías del español de América
El español hablado en América es un conglomerado de variedades de las diferentes regiones geolingüísticas. Para poder explicar el origen y la formación de las variedades del español de América se ha recurrido a la formulación de varias teorías: la teoría indigenista, la teoría poligenética y la teoría andalucista.
La teoría indigenista fue recibida con gran entusiasmo y a la misma vez criticada, siendo motivo de polémica entre hispanistas de España y América. Dicha teoría fue objeto de estudio del lingüista alemán Rodolfo Lenz, que en 1883 publicó la obra Estudio chilenos (Chilenische Studien), primero en alemán y después en español, en la cual declaró que el español hablado en Chile es un español caracterizado por sonidos araucanos, es decir, la lengua indígena de sustrato. Lenz llegó a esta conclusión porque en el momento de la colonización, Chile se caracterizaba por una población mayoritariamente mixta y porque la base de la educación infantil era la lengua de las madres, que eran indígenas.
A finales del siglo XIX, momento en el que en Europa se estaba asistiendo al desarrollo de las teorías sustratísticas, Lenz comenzó a examinar las varias etnias existentes en América, así como su influencia en la lengua española y a agrupar los territorios hispanohablantes en tres categorías. En la primera incluye europeos, instalados en las costas y valles, e indios, establecidos en las mesetas y en las faldas de la cordillera, que convivían de manera pacífica y que se habían mezclado poco entre ellos, es el caso del Perú y, en general, los países del antiguo imperio inca; a la segunda pertenecen los indígenas que habían desarrollado una actitud hostil hacia los europeos y que, sin embargo, habían empezado un proceso de “hispanización”, que implicaba pues un abandono de la lengua y de las costumbres indígenas, por ejemplo, los indios chilenos y, en parte, argentinos. Finalmente, la última categoría se refiere a los indios que habían aceptado sin ningún problema tanto el idioma como la cultura europea, adoptando el español como lengua nacional, este es el caso de Paraguay1. Por lo tanto, fue esta distribución que, según Lenz, permitió la constitución de una nueva lengua en Chile. A pesar de todo, la teoría propuesta por Lenz fue amargamente rechazada por Amado Alonso, quien sostenía que la lengua hablada en Chile no estaba influenciada por el araucano, sino por el español de España.2
Otro autor, Pedro Henríquez Ureña, defendía el origen autóctono de las peculiaridades americanas propugnando así la teoría poligenética, según la cual la lengua española hablada en América sería el producto de las varias influencias provenientes de la Península Ibérica y del mundo indígena, de las cuales se produjo una síntesis propia y original. Por consiguiente, Ureña propuso la clasificación de distintas zonas dialectales en América, conforme a las lenguas indígenas habladas en estas, hoy en día considerada inexacta:
- Zona rioplatense con el idioma guaraní (Paraguay, Argentina, Uruguay)
- Zona andina con el quechua (Ecuador, Perú, Bolivia algunos territorios de Colombia y Venezuela)
- Chile con el sustrato araucano
- Región caribe con el maya (Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, parte de Venezuela, la zona atlántica de Colombia)
- México con la lengua náhuatl
Quien refuta la teoría de la influencia de las lenguas indígenas en el español de América es sobre todo Max L. Wagner, defensor de la teoría andalucista, quien observó la semejanza lingüística entre el andaluz y la variedad del español hablado en las tierras bajas de América, es decir, las Antillas, el litoral de Venezuela, Argentina y las costas atlánticas de Colombia y México, por lo que denominó su teoría con el nombre de “teoría climatológica”. Según esta teoría, fueron los colonizadores españoles provenientes del sur de España, sobre todo de Andalucía, que, estableciéndose en las zonas costeras americanas, lugares parecidos a los de su tierra natal, influenciaron el español de América con rasgos andaluces, como el seseo y el yeísmo. Esta teoría fue rebatida por otros autores, por ejemplo, Ramón Menéndez Pidal, Henríquez Ureña y Diego Catalán, quienes afirmaron que el español de América y el de España se desarrollaron de manera independiente y paralela y que rasgos fonéticos como el seseo y el yeísmo no son generales en América ni exclusivos en Andalucía. Este debate condujo luego al concepto de “español atlántico”, con que, Diego Catalán, quería de algún modo reconciliar la contraposición entre las dos teorías. De hecho, con el adjetivo atlántico se refiere a “la continuidad geográfica entre su área peninsular española, su área insular canaria y sus áreas americanas”.3
2.2. Las etapas del contacto lingüístico
Después de la llegada de Colón a América en 1492, el continente americano aparecía como una aglomeración de pueblos y dialectos distintos, que fueron incorporados por los conquistadores al imperio español. La sociedad americana estaba formada al comienzo por mestizos, criollos y negros, mientras que, los conquistadores europeos venían de todas partes de España, aunque la mayoría eran andaluces, extremeños y castellanos. La primera fase de la colonización se caracterizó por guerras, explotación y epidemias, lo que provocó una drástica reducción de la población indígena.
Con la colonización de América, no solo se inició una fase de invasión y dominación del imperio español, sino que el contacto entre indígenas y conquistadores europeos llevó a una adaptación mutua del mundo aborigen al europeo y viceversa. Esta interacción sociocultural y lingüística pasa por tres etapas: en una primera fase, además de la adaptación cultural, empiezan a incorporarse dentro de las dos lenguas varios préstamos léxicos y cambios de tipo semántico, fonético, morfológico y sintáctico. Se asiste al nacimiento de variantes “koinezadas” de los dialectos del español, en modo particular del castellano viejo y del andaluz. El primer contacto lingüístico se dio en el Caribe, donde hubo lugar una primera fase de “indianización”: el imperio español comenzó a adaptar su lengua y sus costumbres a las de los indios, adecuando aspectos lingüísticos y culturales autóctonos a los dialectos de la lengua española hablada por los colonizadores y a su cultura. Las lenguas caribeñas eran varias: arahuaca, taína caribe, cuna y cumanagoto. De la misma manera, también los indígenas pasaron por un proceso de “hispanización”, que los llevaron a asimilar elementos hispánicos e incorporarlos en su cotidianidad, generando así en América nuevas variantes lingüísticas y culturales entre los dos grupos en contacto. Lo que ocurrió fue un proceso de koinización y homogenización de la lengua. A pesar de este lenguaje común, las lenguas indígenas tuvieron un papel importante en la lengua de substrato, ya que lograron modificar fonológica, léxica y morfosintácticamente la lengua española.
En una segunda fase, la coexistencia de dos lenguas diferentes en un mismo territorio genera una situación de diglosia con bilingüismo o multilingüismo, con la institucionalización del uso del español para ciertos ámbitos y de las lenguas indígenas para otros. Se consolidan las variantes indígenas locales y se impone el neolatín como “lengua de cultura superior en la ciudad letrada indiana”.4 En esta fase se imponen las lenguas indígenas más importantes: la lengua náhuatl, quechua, guaraní y araucana.
En la última fase se observa una reducción de la interacción lingüística entre los españoles y los indios, que lleva por tanto a la desaparición de algunos dialectos locales. Sin embargo, algunos elementos de origen indígena se incorporan de manera definitiva a la lengua española dominante.
2.3 La propagación de indigenismos
El primer contacto lingüístico entre españoles e indios empieza con la creación de lo que Claudia Parodi llama “signos biculturales”, es decir, “la extensión semántica de un signo lingüístico en un contexto cultural nuevo”5 y eso serviría para facilitar la adaptación de una cultura a la otra, introducir elementos culturales provenientes de otra cultura y extender el vocabulario español desde el punto de vista del léxico. Sin embargo, antes de que un signo bicultural se institucionalizara, se usaban palabras múltiples para designar un mismo referente, como en el caso del signo bicultural “tortilla”, que antes de conformarse como signo bicultural propiamente dicho, se empleaban palabras como “pan de maíz”, “pan” y “tortilla” para indicar el “tlaxcalli” mexicano, palabra de origen náhuatl con la cual se designa la tortilla o el pan de maíz. Además, los españoles solían usar frases explicativas como “de la tierra” o “de las Indias” para referirse a referentes americanos, como en el caso de “pan de la tierra” para designar a la tortilla mexicana o al cazabe antillano.6 De la misma manera, los indios usaban también palabras explicativas para indicar los signos biculturales hispanizados, por ejemplo, “de Castilla”, como en el caso de “castillan tlaxcalli”, es decir, el típico pan español de trigo.
Poco a poco, dentro de la lengua española comenzaron a ser introducidos préstamos lingüísticos que, con el tiempo, se generalizaron hasta ser usados hoy en día. Algunos son palabras que se emplean normalmente en la vida cotidiana, como “chocolate”, término que viene del náhuatl xocoatl introducido en el vocabulario español en el siglo XVI, y “tomate”, que procede del náhuatl tomatl. En el caso de préstamos lingüísticos, se intenta conservar el sonido original de la palabra, si esto no es posible por una razón fonológica, la palabra se adaptará a la lengua receptora. Eso explicaría algunos términos que en náhuatl terminan por -tl, un sonido que no se podía reproducir y adaptar en español y por este motivo traducido muchas veces con -te. Otros ejemplos podrían ser palabras como cacahuete (del náhuatl cacáhuatl), coyote (del náhuatl coyotl), petate (del náhuatl petlatl). De igual modo, también los pueblos indígenas introdujeron préstamos en sus propias lenguas, como “limones” del español limones o “laranjas” proveniente de naranjas.
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1 Lenz, Rodolfo; Bello, Andrés y Oroz, Rodolfo, El español en Chile. Traducción, notas y apéndices de Amado Alonso y Raimundo Lida, Buenos Aires, Biblioteca Nacional Digital de Chile, 1940, pp 226-230.
2 Lope Blanch, Juan M.“INTRODUCCIÓN.” Léxico Indígena En El Español De México. 1st ed., vol. 63, Colegio De México, México, D. F., 1969, pp. 9–21. JSTOR, www.jstor.org/stable/j.ctvbcd0zb.4. Accessed 21 May 2021.
3 Catalan, Diego: Génesis del español atlántico (ondas varias a través del Océano), Revista de Historia canaria 24, 1958, p. 241.
4 Parodi, Claudia: “El Español y Su Cultura En El Nuevo Mundo: La ‘Indianización”, Revista Internacional De Lingüística Iberoamericana, vol. 10, no. 2 (20), 2012, p. 151. JSTOR, www.jstor.org/stable/23722476. Accessed 31 May 2021.
5 Ibídem, p. 152.
6 Según la Real Academia Española, el término cazabe hace referencia a la torta que se hace en varias partes de América con una harina sacada de la raíz de la mandioca.