Desde hace más que doscientos años hemos vivido los seres humanos bajo la convicción que existe un abismo insuperable entre la ciencia y la literatura. Esta tradición califica la primera como fría, objetiva y racional, y la segunda como emocional, subjetiva; habitan en mundos diferentes (la primera en el mundo real y la segunda en mundos ficticios) y, sobre todo, utilizan un lenguaje distinto que les hace inconmensurable.