Políticas públicas de la Unión Europea ante el despertar económico del gigante chino


Tesis Doctoral / Disertación, 2010

397 Páginas, Calificación: 9,0


Extracto


Table of Content

Indice de Cuadros

I. INTRODUCCIÓN

II. irrupción de china en el escenario económico internacional
II.1. EL DESPERTAR ECONÓMICO DEL GIGANTE asiático
II.1.1. Antecedentes históricos
II.1.2. La transición y modernización económica de China
II.1.3. Retos y perspectivas de la economía china
II.2. efectos socioeconómicos derivados del auge de china
II.2.1. Cambio en los flujos de inversión extranjera directa y en la estructura de la oferta y la demanda mundial de bienes y servicios
II.2.2. Impulso a la integración de las economías del sudeste asiático
II.2.3. Reasignación del factor mano de obra y de los recursos financieros
II.2.4. Aumento del consumo mundial de materias primas y energía
II.2.5. Propagación del sello "made in China" en el mercado de productos electrónicos y tecnológicos
II.3. Conclusiones

III. desarrollo de las relaciones entre la unión europea y china
III.1. Introducción
III.2. Primera etapa: 1975-1984. primeros contactos comerciales
III.3. Segunda etapa: 1985-1994. desarrollo del comercio Y de las relaciones económicas
III.3.1. Estrechamiento de la relación con China
III.3.2. Establecimiento tardío de acuerdos comerciales y económicos
III.3.3. Lanzamiento del Programa de Cooperación
III.3.4. Diseño de una estrategia europea para el continente asiático
III.4. Tercera etapa: 1995-2005. puesta en marcha de la asociación estratégica UE-china
III.4.1. Creación de la alianza chino-europea
III.4.2. Discrepancias en torno a los derechos humanos y los valores democráticos
III.4.3. Las negociaciones de acceso a la OMC como llave de entrada al mercado chino
III.4.4. Consolidación de un conjunto de instrumentos para el diálogo bilateral
III.4.5. Ampliación del Programa de Cooperación
III.4.6. Limitado éxito de la estrategia de acercamiento a Asia
III.5. conclusiones

IV. análisis de las relaciones económicas entre la unión europea y china
IV.1. INtroducción
IV.2. comercio exterior entre la unión europea y china
IV.2.1. Revisión de los fundamentos de la Teoría de Comercio Internacional ante el nuevo modelo de internacionalización de la producción
IV.2.2. Análisis de las principales magnitudes del comercio exterior entre la Unión Europea y China
IV.2.3. Análisis sectorial de los bienes intercambiados entre la Unión Europea y China
IV.2.4. Análisis de los flujos comerciales entre los Estados Miembros y China
IV.2.5. Relevancia del comercio intraindustrial entre la Unión Europea y China
IV.2.6. Análisis de la complementariedad del comercio exterior entre la Unión Europea y China
IV.2.7. Utilización de los instrumentos de defensa del comercio justo
IV.2.8. El conflicto del sector textil entre la Unión Europea y China
IV.3. inversión extranjera directa
IV.3.1. Marco teórico de los flujos de inversión extranjera directa
IV.3.2. Evolución y relevancia de la inversión extranjera directa de la Unión Europea en China
IV.3.3. Barreras no arancelarias a la inversión y a la exportación de las empresas europeas en China
IV.3.4. Actuaciones en defensa de los derechos de propiedad intelectual
IV.4. conclusiones

V. examen y valoración de la nueva estrategia de la Unión europea hacia china
V.1. Introducción
V.2. política económica y comercial
V.2.1. Lanzamiento de las negociaciones para un nuevo Acuerdo de Comercio y Cooperación
V.2.2. Defensa del comercio internacional y de la apertura al exterior
V.2.3. Generación de condiciones apropiadas para la inversión en la RPC
V.2.4. Mejora de las medidas de apoyo a las empresas europeas
V.2.5. El diálogo y la negociación como principal vía para la solución de conflictos
V.2.6. Promoción de una actitud más responsable de China en los organismos económicos internacionales
V.2.7. Reflexión sobre la nueva estrategia económica hacia China y las dificultades de la UE para hacer frente a los retos de la globalización
V.3. Política de relaciones exteriores
V.3.1. Medidas para una transición sosegada hacia un nuevo equilibrio internacional de fuerzas
V.3.2. Fortalecimiento de Naciones Unidas y de las instituciones internacionales
V.3.3. Apoyo a la transición de China hacia una sociedad más abierta y plural
V.4. política de cooperación
V.4.1. Medidas para fortalecer la cooperación bilateral
V.4.2. Documento Estrategia País de China 2007-2013
V.5. conclusiones

VI. CONCLUSIONES finales

VII. BIBLIOGRAFÍA

anexo POLÍTICAS públicas DE LA UNIÓN EUROPEA PARA COMPETIR EN EL ESCENARIO ECONÓMICO GLOBAL

Indice de Cuadros

Cuadro 1 Tasa de variación del PIB en China, los Estados Unidos, la UE y Japón

Cuadro 2 Introducción del sistema de precios de mercado por segmentos de actividad

Cuadro 3 Cronología de las reformas económicas en China

Cuadro 4 Entradas de Inversión Extranjera Directa en China

Cuadro 5 Estructura productiva de China por sectores de actividad (1978-2006)

Cuadro 6 Ingresos per cápita de las zonas rurales y urbanas de China

Cuadro 7 Cronología de las relaciones económicas y comerciales entre la Unión Europea y China

Cuadro 8 Comercio exterior entre la UE y China. 1960-1984

Cuadro 9 Comercio exterior entre la UE y China. 1987-1984

Cuadro 10 Volumen de Ayuda Oficial al Desarrollo de la Unión Europea, los Estados Unidos y Japón a China y a los países en desarrollo de Asia. 1976-

Cuadro 11 Acuerdos de Cooperación de la UE con los países asiáticos

Cuadro 12 Instrumentos para el diálogo entre la UE y China

Cuadro 13 Compromisos adquiridos en los proyectos de cooperación UE-China. 1998-1999

Cuadro 14 Desembolsos de Ayuda Oficial al Desarrollo a China

Cuadro 15 Cooperación de la Comisión Europea con China bajo el DEP 2002-2006. PIN 2002-2006

Cuadro 16 Cooperación de la Comisión Europea con China bajo el DEP 2002-2006. PIN 2005-2006

Cuadro 17 Principales cifras de comercio exterior de la UE-27 con China

Cuadro 18 Relevancia para la Unión Europea de sus relaciones comerciales con China

Cuadro 19 Ranking de los diez principales socios comerciales de la UE-27* (2007)

Cuadro 20 Modelo de comercio de China: ventaja comparativa según fase de producción

Cuadro 21 Cuotas de importaciones y exportaciones mundiales*. 1999-2006

Cuadro 22 Relevancia para China de sus relaciones comerciales con la Unión Europea*

Cuadro 23 Tipo de productos intercambiados con China, según secciones arancelarias (2007)

Cuadro 24 Comercio exterior entre la UE y China. Sección 7: Maquinaria y equipo de transporte (2007)

Cuadro 25 Valor unitario de las exportaciones e importaciones Sección 7: Maquinaria y equipo de transporte (2007)

Cuadro 26 Comercio exterior entre la UE y China. Sección 8: Artículos manufacturados diversos (2007)

Cuadro 27 Comercio exterior entre la UE y China. Sección 6: Artículos manufacturados según su material (2007)

Cuadro 28 Relevancia para la Unión del comercio exterior con China, según secciones arancelarias (2007)

Cuadro 29 Posición comercial de los Estados Miembros con China. 1999-2007

Cuadro 30 Relevancia del comercio exterior de los Estados Miembros con China

Cuadro 31 Composición del comercio exterior con China de los principales Estados Miembros según secciones arancelarias (2007)

Cuadro 32 Relevancia del comercio exterior con China de los principales Estados Miembros según secciones arancelarias (2007)

Cuadro 33 Magnitud del comercio intraindustrial entre la UE-27 y China. Indices de Grubel y Lloyd

Cuadro 34 Indice de comercio intraindustrial de los bienes de la Sección 7: Maquinaria y equipo de transporte (2007)

Cuadro 35 Cuota de mercado mundial de las exportaciones según el grado de contenido tecnológico

Cuadro 36 Cuota de mercado mundial de las exportaciones según la intensidad de los factores de producción

Cuadro 37 Indicador de ventaja comparativa según nivel tecnológico e intensidad de los factores de producción

Cuadro 38 Oportunidades para las empresas industriales europeas en el mercado chino

Cuadro 39 Oportunidades para las empresas de servicios europeas en el mercado chino

Cuadro 40 Instrumentos de la UE para la defensa del comercio internacional justo

Cuadro 41 Investigaciones iniciadas por la Comisión Europea. 1980-2007

Cuadro 42 Posicionamiento de la UE en el uso de las medidas anti-dumping y anti-subsidio

Cuadro 43 Ranking de países con un mayor número de investigaciones anti-dumping iniciadas en su contra. 1995-

Cuadro 44 Cronología del conflicto textil entre China y la UE

Cuadro 45 Cronología del conflicto textil entre China y los Estados Unidos

Cuadro 46 Tasas de crecimiento pactadas para las importaciones chinas de textil y vestido (acuerdo de 10 de junio de 2005)

Cuadro 47 Stock de inversión extranjera directa en la UE-15 y los Estados Unidos

Cuadro 48 Stock de inversión extranjera directa de la UE-27

Cuadro 49 Evolución de los flujos de inversión extranjera directa de la UE-

Cuadro 50 Principales fusiones y adquisiciones realizadas en el mundo en

Cuadro 51 Relevancia de la inversión de los Estados Miembros en China

Cuadro 52 Destino sectorial de la inversión europea en China

Cuadro 53 Liberalización arancelaria de China en determinados sectores

Cuadro 54 Resumen de obstáculos no arancelarios de acceso al mercado chino y estimación de su impacto cuantitativo(1)

Cuadro 55 Estadística de bienes falsificados detectados en las aduanas de la UE

Cuadro 56 Cooperación de la Comisión Europea con China bajo el DEP 2007-2013. PIP 2007-2010

Indice de Gráficos

Gráfico 1 Evolución de las cifras de comercio exterior de China (1989-2006)

Gráfico 2 Evolución de las reservas y el saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente de China (1997-2007)

Gráfico 3 Evolución de la cifra de alumnos que cursa estudios de educación superior en China

Gráfico 4 Evolución del gasto en I+D en China

Gráfico 5 Mapa de las principales regiones de China

Gráfico 6 Evolución de la Inversión Extranjera Directa en China según el origen del capital

Gráfico 7 Evolución de las exportaciones e importaciones de China por regiones mundiales. 1996-2006

Gráfico 8 Evolución del empleo industrial en China y los Estados Unidos

Gráfico 9 Evolución del consumo de petróleo de China y de la cotización del barril de petróleo (1971-2005)

Gráfico 10 Ahorro previsto en el Protocolo de Kyoto y aumento de emisiones de CO2 de China, India y los Estados Unidos

Gráfico 11 Evolución de las exportaciones de bienes TIC

Gráfico 12 Evolución de la cifra de exportaciones e importaciones de la UE con China (1995-2005)

Gráfico 13 Evolución de las importaciones de la UE-27 por regiones del mundo

Gráfico 14 Evolución de las importaciones de China de las principales economías del sudeste asiático

Gráfico 15 Evolución de las importaciones de la UE-27 de las principales economías del sudeste asiático

Gráfico 16 Comparación de la evolución de las exportaciones e importaciones de la UE, los Estados Unidos y Japón con China. 2002-2006

Gráfico 17 Evolución de las importaciones de las secciones arancelarias más significativas (1999-2007)

Gráfico 18 Principales productos importados por la UE de China (2007)

Gráfico 19 Países de la UE con mayor volumen de comercio exterior con China

Gráfico 20 Representación gráfica del concepto de comercio intraindustrial e interindustrial de un país*

Gráfico 21 Comparación de las principales metodologías de análisis del comercio intraindustrial

Gráfico 22 Evolución de la cifra de producción de turismos (2002-2007)

Gráfico 23 Países con un mayor número de medidas anti-dumping en vigor. 31 de diciembre de

Gráfico 24 Investigaciones iniciadas por la Comisión Europea en relación con procesos de adopción de medidas antidumping y anti-subsidio

Gráfico 25 Total de investigaciones anti-dumping iniciadas contra China y el resto del mundo. 1995-2006

Gráfico 26 Evolución de la inversión extranjera directa de la UE* en China (2001-2007)

Gráfico 27 Stock de IED de la UE-27 en el extranjero (2004-2006)

Gráfico 28 Ingresos generados por la IED europea en China (2002-2006)

Gráfico 29 Participación de China en el stock de IED en la UE* (2001-2006)

Gráfico 30 Indice de medición del grado de restricción normativa a la entrada de IED (1=economía totalmente cerrada, 0=economía plenamente abierta)

Gráfico 31 Intensidad de inversión en I+D. 2005*

Gráfico 32 Evolución del empleo en la UE-27, los Estados Unidos y Japón (1997-2006)

Indice de Acrónimos

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I.INTRODUCCIÓN

La última década del siglo XX y los primeros años del nuevo siglo XXI se caracterizan por un profundo cambio del escenario económico internacional. Los efectos de la globalización económica se acentúan como consecuencia de la reducción de los costes de transporte y las nuevas aplicaciones empresariales de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Gracias a estos avances se difuminan los obstáculos para dividir internacionalmente la cadena de valor; en la actualidad, para competir eficientemente, las empresas tienen que elegir las naciones que reúnen las características más apropiadas para maximizar la rentabilidad obtenida en cada uno de los eslabones del proceso de producción.

Este cambio coincide con la puesta en marcha de un profundo proceso de reformas económicas y sociales en China. A finales de los 70, Deng Xiao Peng decide impulsar, de forma experimental, una serie de iniciativas para conceder un mayor protagonismo a los mercados en la economía. Ante el éxito obtenido, durante los 80 y los 90 se adoptan nuevas medidas para reducir el intervencionismo público y, lo que es más importante, se decide fomentar la apertura al exterior de la economía china. De esta forma, el país asiático se añade al abanico de posibilidades que el nuevo escenario económico ofrece a las empresas.

En una primera etapa desembarcan en China principalmente empresas de otros países del sudeste asiático (Japón, Corea del Sur, Singapur, etc.), atraídas sobre todo por los ínfimos costes laborales del país. Sin embargo, de forma paulatina, también las empresas estadounidenses y europeas deciden instalarse en el país chino. Las reformas internas, unidas a la llegada de capitales, tecnologías y nuevas formas de gestión empresarial más eficientes (know-how) del exterior propician un periodo de crecimiento económico ininterrumpido y muy intenso que modifican de forma radical el papel de China en el mundo.

El despegue del gigante chino supone uno de los máximos exponentes de la importancia de los cambios introducidos por la globalización en los fundamentos de la economía mundial. Con una población de 1.300 millones de personas, y a pesar de que buena parte de sus habitantes todavía vive en la pobreza, China es hoy en día una de las principales economías mundiales. No sólo eso, su nuevo estatus económico lo convierte en un agente de máxima relevancia en la adopción de decisiones en todos los planos de orden mundial (seguridad internacional, sostenibilidad medioambiental, etc.).

El auge de China ha tenido, sin duda, relevantes efectos sobre las relaciones económicas internacionales: se ha desplazado la curva de la oferta mundial de trabajo, han cambiado los puntos de origen y destino de los flujos de inversión, se han alterado sustancialmente los patrones de comercio exterior, se han modificado los movimientos de masa monetaria, etc. Más aún, la irrupción del gigante asiático ha provocado cierta desorientación en la estrategia política y económica de las potencias hegemónicas, esto es, los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, plácidamente satisfechas con el anterior equilibrio de fuerzas.

En este contexto, el principal objetivo de esta tesis consiste en analizar y valorar las políticas públicas adoptadas por la Unión Europea (UE) ante el resurgimiento económico del gigante chino. En principio, las políticas europeas parecen apostar por una asociación estratégica UE-China basada en la confianza y el respeto mutuo, en la que cada parte asume responsablemente sus obligaciones, y en la que el comercio y las relaciones económicas se desarrollan atendiendo a las reglas de mercado.

No obstante, la consolidación de esta asociación estratégica parece encontrarse con notables dificultades. Las autoridades europeas no cejan en reclamar a sus colegas chinos que adopten las medidas necesarias para garantizar el libre funcionamiento de los mercados. En concreto, las principales reivindicaciones se plantean en relación con los obstáculos de acceso al mercado chino, la protección de los derechos de propiedad intelectual (DPI), y los subsidios y ayudas ilegales a la exportación.

Desde la perspectiva europea, el protagonismo de estos elementos "fuera de mercado" provoca que los agentes privados no dispongan de la información ni de los medios para gestionar adecuadamente las oportunidades y los retos que plantea la economía china. Y, en este sentido, se puede entender que la actuación desarrollada por las autoridades europeas a través de las políticas públicas resulta no sólo necesaria sino clave para crear un marco de actuación adecuado para los agentes privados.

Aparentemente, los argumentos que justifican la intervención de las autoridades europeas tienen sólida base. Sin embargo, este estudio también pretende averiguar si el discurso teórico de apertura al exterior y de libertad de comercio en no pocas ocasiones resulta incoherente con las prácticas proteccionistas de la Unión. Lo que es más importante, este trabajo trata de evaluar si esta falta de consistencia entre teoría y praxis está impidiendo un análisis real de los problemas de la economía europea y, por lo tanto, el diseño y la adopción de políticas verdaderamente efectivas para gestionar adecuadamente los retos que plantea el gigante chino.

Además, para sopesar el papel de las políticas públicas, se antoja conveniente plantearse otro tipo de preguntas complementarias. Por ejemplo, ¿cuáles son las oportunidades y amenazas que afronta la economía europea en este nuevo escenario?. ¿Y cuáles los potenciales impactos directos e indirectos derivados del crecimiento económico de China?. Hasta el momento no parece que la irrupción del país asiático haya afectado negativamente a la competitividad europea, pero ¿qué sucederá durante los próximos años?. ¿Puede la UE resultar beneficiada del desarrollo económico chino?.

El segundo objetivo de esta tesis, estrechamente relacionado con el anterior, consiste en valorar la solidez y las implicaciones de la asociación chino-europea en el juego de alianzas internacionales. El estudio trata de analizar también desde este ángulo cuáles son los pilares sobre los que descansa la asociación estratégica UE-China. Como hipótesis de partida se plantea que el interés europeo radica esencialmente en la esfera de las relaciones económicas, en tanto que los propósitos del país asiático transcienden esta dimensión y buscan el apoyo europeo en cuestiones geoestratégicas.

La UE parece decidida a convertirse en el principal valedor de la incorporación del gigante chino a los principales organismos multilaterales. Las autoridades europeas alegan que a través de esta estrategia se pretende que la composición de estos organismos se adapte a la nueva realidad socioeconómica mundial. Sin embargo, el relevante caso de las negociaciones de adhesión de China a la OMC plantea dudas en cuanto a la verdadera razón de ser de los intereses que realmente subyacen bajo el noble alegato europeo.

Por su parte, China mantiene unas relaciones exteriores no demasiado amistosas con los Estados Unidos y Japón, con lo que la posibilidad de formar una alianza estratégica con la Unión Europea se contempla como una opción más que interesante. Aparentemente la República Popular China (RPC) puede desear la creación de un nuevo orden mundial multipolar que rompa con el poder hegemónico de los Estados Unidos en el mundo y de Japón en la región. De hecho, tal vez también la UE podría estar contemplando con cierto interés la posibilidad de reducir su nivel de dependencia de los Estados Unidos.

En todo caso, hay que considerar que probablemente la perdurabilidad de la asociación estratégica UE-China en el ámbito internacional se encuentra condicionada por la evolución de sus relaciones económicas bilaterales. Si, en efecto, se confirma que las políticas europeas apuestan por actitudes proteccionistas, o bien que las autoridades chinas persisten en su falta de transparencia, se antoja realmente complicado que la asociación chino-europea tenga un futuro mínimamente prometedor.

Es más, en este escenario no resultaría desdeñable como hipótesis el fortalecimiento del Eje Atlántico UE-Estados Unidos para hacer frente al poderío chino. No se ha de olvidar que, a diferencia de la amistosa postura de la Unión, los Estados Unidos perciben a China como un competidor estratégico en el plano económico y como un país al menos "sospechoso" en el ámbito de la seguridad internacional.

En cuanto al enfoque del estudio, hay que subrayar que se toma como eje del análisis las relaciones económicas entre la UE y China. De tal modo, aunque resulta evidente que el fenómeno chino trasciende las barreras de la economía, este estudio pretende tener en cuenta otro tipo de cuestiones únicamente en la medida en que resulta imprescindible para entender el comportamiento económico de los diferentes agentes. La situación de los derechos humanos en China, la sostenibilidad medioambiental del planeta, la seguridad internacional, etc., son temas que inevitablemente han de ser tratados, pero su análisis no forma parte de los objetivos de este estudio y, por lo tanto, no se estudian con el grado de exhaustividad que sin duda merecen.

En lo que se refiere a la metodología de trabajo, se toma como base el examen detallado de las fuentes primarias de información, esto es, los documentos elaborados por la propia Comisión Europea en el proceso de definición de su estrategia con China. Estos documentos contienen gran cantidad de información relevante sobre el discurso teórico y sobre las ideas de fondo de la Unión en sus relaciones con el país asiático, y también resultan de gran utilidad para entender la evolución sobre la idea de China en el pensamiento europeo.

Esta información se contrasta y complementa con los resultados del análisis de los datos de las relaciones económicas entre la UE y China, principalmente las cifras de comercio exterior, inversión y cooperación económica. Lógicamente, también se tienen en cuenta los posibles impactos indirectos o difusos generados a través de modificaciones en las cifras de comercio e inversión de terceros países.

Respecto a la estructura de los contenidos, tras este primer apartado introductorio, el Capítulo II se dedica al análisis sintético de los rasgos que definen el crecimiento económico del gigante chino y de los principales efectos ocasionados en la economía mundial. Este capítulo proporciona un contexto necesario, ya que difícilmente pueden entenderse y mucho menos juzgarse las políticas públicas de la Unión Europea en sus relaciones económicas con China si no se conocen las principales características socioeconómicas del gigante asiático.

A continuación, el Capítulo III recoge un detenido estudio de la evolución reciente de las relaciones entre la Unión Europea y China. En este capítulo se refleja la actitud mostrada por la UE ante el veloz crecimiento económico del país asiático y se analiza el proceso de desarrollo de las políticas públicas de la Unión hacia China. Se trata de un apartado que recoge algunos primeros resultados de gran interés, ya que analiza los motivos de algunas trascendentales decisiones europeas y estudia la solidez de los cimientos sobre los que se asienta la actual asociación estratégica.

Seguidamente, en el Capítulo IV se analizan los principales desafíos que afronta la economía europea como consecuencia del auge del gigante asiático. Además de un detallado análisis de las cifras de comercio exterior y de inversión, se incluye una reflexión sobre las oportunidades y amenazas observadas de cara al futuro. Igualmente, se recoge la importancia de los elementos "no de mercado" como condicionantes de las relaciones económicas entre la UE y China. En este punto resulta esencial el análisis de la posible bipolaridad de la Unión en relación con el comercio exterior, partidaria del libre comercio en un plano teórico, pero quizás proteccionista de su mercado en la práctica.

Posteriormente, en el Capítulo V se estudia con detenimiento el diseño actual de las políticas públicas europeas hacia la República Popular China. Durante estos últimos años la Comisión Europea ha hecho públicos un conjunto de documentos estratégicos que pretenden servir de guía para el desarrollo de las relaciones entre ambos socios. En este capítulo se estudia el contenido de estos nuevos documentos, se analizan las posibles novedades y se valora el grado de adecuación de estas políticas para hacer frente al reto chino. Además, complementariamente, también se examina la validez de las políticas públicas europeas dirigidas a gestionar los impactos indirectos causados por el crecimiento económico de China y percibidos por la economía europea a través del fenómeno de la globalización.

El gigante asiático se nutre de las posibilidades de la globalización y, al mismo tiempo, alimenta el fenómeno de la globalización, de forma que los retos que plantea China son en buena medida un exponente de los que plantea la globalización. No cabe juzgar el beneficio o perjuicio económico de las relaciones chino-europeas a través de las cifras bilaterales de comercio e inversión, sino que se han de tener en consideración los efectos netos inducidos por estas relaciones en el bienestar económico de la Unión, también a través de los impactos de terceros países.

Tal y como señala el Comisario Europeo de Comercio Peter Mandelson "China es el mayor reto individualizado de la globalización". La pregunta que cabe plantearse es ¿se encuentra Europa preparada para hacer frente a estos retos?. ¿Son adecuadas las políticas públicas europeas?. Por tal motivo, de forma complementaria a reflexión planteada en el Capítulo V, en el Anexo de esta tesis se detalla el contenido y las consecuencias de la renovada estrategia de Lisboa, las políticas exteriores y de comercio internacional, las medidas para el fomento de la competitividad interior y las políticas sociales dirigidas a contrarrestar los posibles desequilibrios generados por los impactos de la globalización.

Finalmente, en el Capítulo VI se recogen las principales conclusiones del estudio y en el Capítulo VII se detalla la bibliografía empleada por el autor. Este trabajo pretende contribuir a arrojar un poco de luz sobre una cuestión de inmensa relevancia, rabiosa actualidad y gran complejidad. Asumidos los posibles aciertos y los probables errores que se hayan cometido en este proceso de reflexión, al menos se pretende que este documento pueda servir como estímulo a nuevas aportaciones sobre la materia.

II. irrupción de china en el escenario internacional II. irrupción de china en el escenario económico internacional

II.1. EL DESPERTAR ECONÓMICO DEL GIGANTE asiático

II.1.1. Antecedentes históricos

Durante los últimos años del siglo XX y los primeros del nuevo siglo XXI el escenario económico internacional ha experimentado muy profundos cambios. Sobresale la irrupción de una nueva potencia económica mundial, China, que tras dos siglos de profundo letargo ha decidido saltar al primer plano de la escena económica y plantar cara a las potencias hegemónicas de las últimas décadas, es decir, a la “tríada” definida por Ohmae en referencia a los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón (Ohmae, 1985).

El crecimiento económico registrado por China desde mediados de los 80 resulta sencillamente espectacular. Durante los últimos 20 años la tasa de variación interanual del PIB del país asiático se ha mantenido próxima al 10% de forma ininterrumpida, esto es, muy por encima de las tasas de entre el 1% y el 3% correspondientes a las primeras potencias mundiales en estos mismos años. En consecuencia, el PIB del gigante asiático ha pasado del 10º al 4º lugar en el ranking mundial en sólo 15 años, y en 2007 únicamente los Estados Unidos, Japón y Alemania obtienen un PIB superior[1].

Cuadro 1 Tasa de variación del PIB en China, los Estados Unidos, la UE y Japón

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En este sentido, hay que destacar que, si bien ya se han observado procesos de crecimiento de similar intensidad durante la segunda mitad del siglo XX (Japón en las décadas de los 60 y los 70, posteriormente los tigres asiáticos, etc.), lo que convierte el caso chino en un fenómeno verdaderamente único son las enormes dimensiones del país que está registrando este proceso de expansión. Basta con señalar que 1.300 millones de personas viven en este país, una quinta parte de la población mundial.

Se ha de recordar que China fue una de las principales potencias mundiales hasta comienzos del siglo XIX. Sin embargo, varios hechos acontecidos durante ese siglo modifican radicalmente esta situación. A comienzos del siglo XIX la dinastía manchú se colapsa y se constituye la primera república bajo control del Guomindang (Partido Nacionalista). Sin embargo, el nuevo régimen resulta ser igualmente incompetente para hacer frente a los problemas internos del país (la corrupción de la burocracia, el crecimiento demográfico, la debilidad estructural de la economía), y al colonialismo occidental (Bailey, 2002).

Los europeos, que hasta la fecha habían tenido que cumplir las exigentes condiciones comerciales chinas[2], advierten la posibilidad de obtener provecho de esa crisis para fortalecer su presencia en el país chino. En 1842, tras la guerra del Opio[3], los barcos de guerra británicos capturan Hong Kong, dando comienzo a un periodo marcado por la penetración militar y comercial.

En los siguientes años varios países extranjeros, principalmente europeos (Francia, Alemania, Rusia y Portugal), toman colonias en tierras asiáticas e imponen duras condiciones comerciales al gobierno chino. Con todo, la mayor intrusión en la soberanía china y el mayor perjuicio para su economía se debe al acoso de Japón, país que entre 1870 y 1950 realiza numerosas conquistas y sostiene varias guerras en territorio chino con efectos devastadores (Maddison, 2006).

Como resultado de la penetración de las fuerzas extranjeras y de los feroces conflictos internos entre el Guomindang y el Partido Comunista Chino, la economía china se colapsa hasta tal punto que el PIB per capita de 1950 representa menos de tres cuartas partes respecto al obtenido en 1820[4]. En poco más de un siglo China se convierte en un país extremadamente pobre, con muy escasa relevancia en el orden geopolítico mundial.

En octubre de 1949 se produce la llegada al poder del Partido Comunista liderado por Mao Zedong y el establecimiento de la República Popular China (RPC). El país emprende la reconstrucción económica con la colaboración de la Unión Soviética[5] ; la economía se asienta sobre los pilares de la estatalización y la planificación centralizada, y las fuerzas de mercado quedan relegadas a un papel insignificante[6]. La estrategia de crecimiento se orienta a favorecer la industria pesada en detrimento de la agricultura y el consumo (Fanjul, 1994).

El ritmo y el alcance del cambio dan un giro espectacular en 1958, cuando Mao y sus partidarios lanzan el Gran Salto Adelante, iniciativa que pretende un rápido desarrollo del sector agrícola y de la industria ligera a través de la abundante mano de obra disponible, la descentralización y la sustitución de importaciones de maquinaria procedentes del exterior.

El Gran Salto Adelante constituye una campaña tanto ideológica como económica para alentar una transición hacia un modo de vida comunista, y refleja la insatisfacción de Mao con el modelo de desarrollo soviético y la visión utópica maoísta de crear una forma de socialismo específicamente china (Bailey, 2002). En este sentido, el símbolo del Gran Salto Adelante son las comunas populares, que marcan una etapa de transición hacia un "comunismo pleno"[7].

En términos teóricos el Gran Salto Adelante plantea un modelo de industrialización similar al promulgado por List en Alemania (List, 1844), y posteriormente actualizado por Prebisch y Singer (Prebisch, 1949) en la enunciación de política económica de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI). En su concepción, este modelo considera esencial la protección estatal temporal de las industrias nacientes ya que, a pesar del incremento inicial del precio de estos bienes, en una nación capaz de un gran desarrollo industrial, a medio-largo plazo la producción de esos bienes será más barata que su importación (List, 1844).

Más tarde, su fundamentación se complementa al observar que la relación real de intercambio entre los países productores de materias primas (de bajo contenido tecnológico), y los países productores de bienes elaborados (de tecnología avanzada), tiende a evolucionar en perjuicio de los primeros a lo largo del tiempo, con lo que se defiende que los países en vías de desarrollo acometan un proceso de industrialización para tratar de sustituir los bienes que importan (principalmente los bienes finales), por bienes producidos localmente (Prebisch, 1949).

Impregnado de estas ideas, el proyecto de Mao se organiza sobre dos pilares básicos: el acero y el grano. Mao ordena la creación de una acería en cada una de las comunas y gran parte de los agricultores se ven obligados a abandonar sus labores para trabajar en estas plantas. Sin embargo, la falta de experiencia de esta improvisada mano de obra unida a la carencia de materias primas apropiadas conlleva que la producción de estas plantas tenga muy escaso valor económico.

Al mismo tiempo, la reducción de la mano de obra agrícola, la adopción de técnicas de cultivo improductivas[8] y, sobre todo, los desastres naturales de 1959 y 1960 hacen que las cosechas se reduzcan drásticamente y se produzcan intensas hambrunas. Todo ello, además, en un contexto de crisis de la alianza chino-soviética que en julio de 1960 lleva a Rusia a “reducir de forma drástica la ayuda material y militar prestada a Pekín” (Jian, 2005, pág. 136). El Gran Salto Adelante resulta un rotundo fracaso; millones de personas mueren de desnutrición y el país queda sumido en el caos social y económico.

Las décadas de los 60 y los 70 constituyen una época convulsa, marcada por la Revolución Cultural[9] y el paulatino declive de la figura de Mao[10], y también por la lucha de poder dentro del Partido Comunista Chino entre maoístas radicales y pragmatistas aperturistas. Finalmente, estos últimos anteponen sus tesis y a finales de los 70 se produce la designación de Deng Xiao Peng como nuevo líder del Partido Comunista[11]. Así se da inicio a lo que se ha dado en llamar como “segunda revolución”.

II.1.2. La transición y modernización económica de China

En 1978 el nuevo líder pone en marcha un proceso de profundas reformas que persiguen dar un mayor protagonismo a los mercados en la economía, esto es, la transición hacia el "socialismo de mercado". En esos momentos la economía china reúne los rasgos de un sistema socialista: la propiedad privada apenas existe, la planificación organiza la producción y la distribución de las mercancías a través de un complicado sistema burocrático, y los precios se fijan administrativamente.

De tal modo, y dado que Deng Xiao Peng y los reformistas carecen de un modelo teórico o práctico de referencia para llevar a cabo una transición como la que pretenden iniciar, las iniciativas adoptadas se caracterizan por la prudencia y el pragmatismo. Así, un rasgo elemental del modelo de desarrollo de China consiste en su aproximación gradual y experimental a las reformas (Prasad y Rajan, 2006; Holslag, 2006a; OCDE, 2005a; Woo, 2001); se produce una modificación progresiva de diferentes aspectos de la economía china a través de pruebas a "pequeña" escala en el ámbito provincial.

Este proceso se ha dado a conocer como las Cuatro Modernizaciones, ya que las reformas tienen su principal impacto sobre la agricultura, la industria, la ciencia y la tecnología, y la defensa (Fairbank, 1996). En una primera fase, las políticas de reforma tienen su impacto más significativo en el ámbito de la agricultura. En 1978 se ensayan las reformas agrícolas con un sistema de "responsabilidad familiar" o "sistema de contratos" según el cual la familia campesina individual, en lugar del equipo de producción, se convierte en unidad de producción[12] (Bailey, 2002; Fairbank, 1996).

Por su parte, la reforma urbana se inicia con la reducción de productos industriales vendidos a precios fijos y con una mayor autonomía de gestión. La intervención pública en la economía se reduce de modo progresivo: el gobierno abandona su control sobre los niveles de producción y los precios, acomete la privatización de numerosas empresas de propiedad pública con niveles de productividad ínfimos, comienza a fomentar la iniciativa privada e, incluso, anima a los emprendedores, antes perseguidos y castigados, a unirse al Partido Comunista[13].

Cuadro 2 Introducción del sistema de precios de mercado por segmentos de actividad

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Hay que destacar que, pese a la aproximación paulatina a las reformas, los cambios observados en la sociedad china en poco más de dos décadas son muy destacados. De hecho, ya en 1981 “estaban los mercados libres que ofrecían, para quien pudiera permitírselo, una calidad y una variedad que no podía soñarse en los años de escasez caracterizados por tiendas estatales con existencias miserables y dependientes de trato desagradable. Aquel cambio debió de ser para el comprador y para el cocinero como salir de una guerra, porque el racionamiento y la monotonía de las improvisaciones dio paso a una alimentación variada” (Pan, 1988, pág. 140).

Cuadro 3 Cronología de las reformas económicas en China

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A partir de 1978 también se aprueban varias medidas que intensifican la "política de puertas abiertas" puesta en marcha durante los últimos años de vida de Mao, una política basada en un cambio de actitud respecto a las relaciones de China con el mundo exterior. En 1979 se aprueba una ley de empresas conjuntas que permite la inversión extranjera directa en determinados tipos de empresas chinas (por ejemplo, hoteles), y en 1980 se crean las primeras Zonas Económicas Especiales (ZEEs) en las provincias de Guangdong y de Fujian, unas zonas en las que el gobierno chino ofrece incentivos especiales para atraer capital extranjero y en las que además se permite el establecimiento de empresas de propiedad extranjera.

A través de estas medidas, estas zonas se convierten en regiones orientadas al procesamiento para la exportación mediante capital y tecnología extranjeros. En cuanto a los resultados obtenidos, si bien en una primera fase el volumen de capital captado es bastante limitado, los volúmenes de inversión comienzan a elevarse rápidamente tras la extensión de esta figura en 1984 a otras 14 ciudades costeras, y el despegue definitivo se produce en 1992, cuando Deng Xiao Peng decide realizar una visita a estas regiones para enfatizar la política de puertas abiertas.

Cuadro 4 Entradas de Inversión Extranjera Directa en China

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En diciembre de 2001 China accede a la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que representa un hito fundamental de la política aperturista y, en términos más generales, en la historia reciente del país. La RPC se compromete a acometer una sustancial rebaja arancelaria y, más allá de esta cuestión, el ingreso en la OMC y la efectiva aplicación de los principios de libre comercio conlleva la necesidad de importantes reformas legales (leyes de inversión extranjera, patentes, etc.).

El impacto de la incorporación de China a la OMC resulta notorio: en la esfera doméstica, los estudios apuntan que los sectores productivos más competitivos (industrias ligeras intensivas en mano de obra como el textil, confección, calzado, etc.), obtienen las mayores ventajas (Soler, 2003; Ianchovichina y Martin, 2003) y, en la esfera internacional, el país chino resulta el principal beneficiario, y no sólo por las estimaciones de las ganancias obtenidas (Ianchovichina y Martin, 2003), sino porque las negociaciones de la RPC con las principales potencias económicas mundiales contribuyen a mejorar la imagen del país como un agente económico que se atiene a las reglas del orden económico internacional.

A diferencia del proyecto de Mao, desde un punto de vista teórico, las políticas de Deng Xiao Peng se aproximan al modelo de crecimiento de la Estrategia de Promoción de Exportaciones (EPE). Esta estrategia consiste en la adopción por parte de las autoridades públicas de medidas para expandir el volumen de exportaciones de un país a través de incentivos a la exportación (ayudas públicas, ventajas fiscales y otras medidas financieras y no financieras de apoyo a las industrias exportadoras), y otro tipo de procedimientos para generar reservas y mejorar la balanza de pagos[14] (Todaro, 1996).

En el caso de China, este cambio de orientación se produce en un entorno internacional caracterizado, por un lado, por el rápido crecimiento de algunos países asiáticos que ya habían adoptado esta estrategia y, por otro, por la crisis de la deuda y el escaso crecimiento de muchos países que habían adoptado una estrategia tipo ISI[15] (Abeysinghe y Lu, 2003).

El gobierno chino empieza imitando políticas y medidas de otros países pioneros en la aplicación de esta estrategia como las zonas específicas para la producción destinada a la exportación, la mejora de infraestructuras para atraer la IED, los programas de exenciones fiscales para componentes y materiales importados por industrias exportadoras, las ayudas fiscales a las exportaciones en forma de préstamos prioritarios, etc.

Desde esta base, en una etapa posterior se crean varias nuevas medidas, incentivadoras y restrictivas, para garantizar una mejora de la balanza comercial como, por ejemplo, el requisito de un porcentaje de presencia nacional en las empresas de capital extranjero, el equilibrio en los intercambios de divisas en la transacción de capitales y el establecimiento de un coeficiente de exportaciones sobre la producción (Abeysinghe y Lu, 2003). En esta línea, hay que matizar que la estrategia de Deng Xiao Peng guarda ciertas reminiscencias del modelo ISI en lo que se refiere a la protección del mercado doméstico y, sobre todo, a la idea de apoyar desde el ámbito público el desarrollo de algunas industrias nacionales de particular interés.

Como resultado de la aplicación de esta estrategia, en poco más de 20 años la economía china pasa de ser una economía cerrada, sin apenas contacto alguno con el exterior, a convertirse en una de las economías más abiertas del mundo. Entre 1978 y 2006 el volumen de exportaciones de China se multiplica por 100 y el de importaciones por 73[16]. De tal forma, en 2004 la tasa de apertura de China (medida como el porcentaje de la suma de importaciones y exportaciones sobre el PIB), se sitúa en un 76,3%, muy por encima de la de los Estados Unidos (24,9%) y Japón (25,2%), y superior también a la de la Zona Euro (71%)[17].

Gráfico 1 Evolución de las cifras de comercio exterior de China (1989-2006)

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La paulatina eliminación de barreras y la política de incentivos a la captación de flujos de inversión internacional convierten al país chino en uno de los principales receptores de inversión extranjera directa del mundo (Collado, 2002). En 2005 China capta más de 72.000 millones de dólares de inversión extranjera directa (casi 1.400 millones semanales), un 7,9% de la inversión extranjera mundial[18] (UNCTAD, 2006). De hecho, la entrada de capital extranjero contribuye de forma determinante a la capacidad exportadora del país, ya que en 2005 cerca del 60% de las exportaciones corresponden a empresas con capital extranjero[19].

Pese a ello, también hay que señalar que este proceso de apertura y de orientación al mercado todavía se encuentra restringido en algunos aspectos fundamentales, entre los que destaca el de la política cambiaria. En la primera etapa de crecimiento del país chino, la moneda oficial, el renminbi o yuan, experimenta notables depreciaciones, pasando de un tipo de cambio en torno a los 3 renminbis/dólar en 1985 a una cotización alrededor de los 8 renminbis/dólar en 1994[20].

Posteriormente, en 1994, el Gobierno chino modifica el sistema cambiario fijando el tipo de cambio de su moneda frente al dólar en 8,28 unidades, cotización que se mantiene invariable hasta el 21 de julio de 2005, fecha en la que el Banco Central de China finalmente decide apreciar ligeramente su moneda. Al abandonar el tipo fijo frente al dólar, el yuan pasa a un sistema de flotación mínima controlada, de forma que se permite una flotación diaria de hasta el 0,3% frente al dólar y de hasta el 1,5% frente a otras divisas siguiendo un sistema análogo al ya utilizado en Singapur[21].

De tal modo, entre 1985 y 1994 China se beneficia de las depreciaciones registradas para incrementar la competitividad de sus productos en los mercados exteriores vía precios, mientras que desde 1994 hasta 2005 el gobierno mantiene el tipo de cambio sin variación pese a las presiones alcistas derivadas de las extraordinarias tasas de crecimiento del país[22].

El auge de las exportaciones junto a un creciente flujo de entrada de importantes sumas de capital en el país provoca que el superávit por cuenta corriente del país se eleve de forma considerable. A su vez, la combinación de superávit por cuenta corriente y de entradas netas de recursos financieros hace que la moneda se vea sometida a presiones alcistas que, en ocasiones, se han contrarrestado con intervenciones oficiales de gran envergadura en los mercados de divisas.

Y, como resultado de estas actuaciones, se produce un aumento sin precedentes en la acumulación de reservas de divisas: en 2007 las reservas chinas alcanzan un volumen de 1,5 billones de dólares, cifra que sitúa a la RPC como el mayor poseedor de moneda extranjera del mundo, claramente por delante de Japón[23] (FMI, 2008).

Gráfico 2 Evolución de las reservas y el saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente de China (1997-2007)

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Asimismo, se ha de reseñar que las reformas acometidas han conllevado una profunda transformación de la estructura productiva en China. El peso del sector primario sobre el PIB se reduce muy notablemente, en línea con la disminución del protagonismo de las empresas de propiedad estatal[24]. La iniciativa privada, los capitales extranjeros, centran su atención en el sector industrial y el sector servicios, sectores que se desarrollan velozmente y obtienen una presencia muy considerable en la economía.

Cuadro 5 Estructura productiva de China por sectores de actividad (1978-2006)

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El cambio de rumbo de 1978 también conlleva importantes cambios en otro tipo de políticas. Así, por ejemplo, la política militar se centra en la creación de un ejército altamente profesional, racionalizado y bien equipado que dista en gran medida del concepto maoísta de "guerra del pueblo" y de la estructura del Ejército de Liberación Popular.

Un aspecto particularmente polémico de las reformas es el que atañe a la política de planificación familiar emprendida a partir de 1980. Resulta paradójico observar que en un contexto de reformas económicas liberales y pragmáticas, se produce el intento más ambicioso de intrusión del Estado en la vida de las personas con la puesta en práctica de la política del hijo único, destinada a limitar el crecimiento demográfico[25].

Otro ámbito en el que implantan reformas y experimentos a diferente escala es el de las elecciones. En 1979 se aprueba una Ley Electoral que establece por primera vez elecciones directas a los congresos del pueblo cuyo ámbito supera el nivel básico municipal, y que también permite que se nombre como candidatos a personas que no son miembros del partido, así como el uso de votaciones secretas. Sin embargo, "la experiencia suscitó consternación entre los funcionarios del partido" (Bailey, 2002, pág. 228), y los pasos hacia la reforma política y la libertad cultural han quedado limitados a su mínima expresión.

Por su parte, la política educativa otorga mayor importancia al componente económico de la educación y da prioridad a la formación de una élite cualificada en colegios y universidades competitivas[26], "una estrategia que fue plenamente apoyada por las misiones de la UNESCO y del Banco Mundial que visitaron el país en 1980" (Bailey, 2002, pág. 222). De tal forma, las décadas de los 80 y los 90 se caracterizan por el acusado aumento del alumnado y, desde el año 2000, del alumnado universitario[27].

Gráfico 3 Evolución de la cifra de alumnos que cursa estudios de educación superior en China

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En el caso de la ciencia y la tecnología, la formación técnica comienza a fortalecerse una vez que el antiintelectualismo de Mao es reemplazado por la pragmática "búsqueda de la verdad a partir de los hechos" sugerida por Peng (Fairbank, 1996, pág. 500). La herencia de las estructuras compartimentalizadas verticales de estilo soviético se modifica a través de un proceso de reformas que tiene como objetivo crear nexos orgánicos entre la investigación y la producción y aumentar el porcentaje de logros científicos aplicados a la producción.

En esta línea, hay que destacar que en China cada vez se presta mayor atención a la innovación. Según datos de la Oficina Nacional de Estadística, en 2006 hay casi 4,2 millones de personas dedicadas a actividades de investigación de ciencia y tecnología (3,2 millones en 2003), y la proporción de recursos económicos dedicada a I+D se eleva rápidamente, y se sitúa ya en niveles próximos a los de algunas economías occidentales (1,42% del PIB en 2006).

Gráfico 4 Evolución del gasto en I+D en China

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II.1.3. Retos y perspectivas de la economía china

El crecimiento económico ha permitido que 400 millones de los habitantes del país abandonen la pobreza (Santabárbara, 2005). Sin embargo, China continúa siendo un país pobre. En 2005 su PIB per cápita se sitúa en poco más de 1.700 dólares, lo que supone unos 7.200 dólares a igualdad de poder adquisitivo, esto es, alrededor de una sexta parte de los 41.400 dólares de los Estados Unidos y aproximadamente una cuarta parte de los 28.900 dólares de la Zona Euro (FMI, 2006a).

Además, se observan grandes desigualdades geográficas en el reparto de la riqueza, con algunas zonas relativamente ricas como Shangai y, en menor medida, Pekín o Tianjin, en las que el PIB per cápita alcanza los 2.500-4.000 dólares, y muchas otras extremadamente pobres en las que el PIB per cápita se sitúa entre 500 y 1.000 dólares.

El desarrollo económico se ha concentrado particularmente en las zonas costeras del Este del país, en las que el Gobierno implantó políticas de incentivos para captar la inversión extranjera, mientras que las zonas del interior en el Oeste han quedado marginadas. En este sentido, se observa una relación directa entre la entrada de inversión extranjera directa (y el acceso a la tecnología), y el crecimiento económico de las regiones chinas (Démurger, 2000).

Gráfico 5 Mapa de las principales regiones de China

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El camino emprendido hacia la transformación en una economía de mercado está agudizando las diferencias regionales y las desigualdades sociales (OCDE, 2004[28] ; Fernández, 2000). La búsqueda de mayores niveles de productividad y eficiencia crea mejores oportunidades de desarrollo profesional para las clases sociales con mayor formación, pero deja sin el amparo público a las clases rurales sin formación (Prasad et al., 2004, páginas 58 y 59).

Además, las políticas del mercado de trabajo han creado grandes barreras entre las zonas rurales y urbanas, lo que se refleja en un incremento de la brecha de ingresos entre los habitantes de unas zonas y otras (Carter y Estrin, 2005). Por ello, muy probablemente, el principal reto que afronta China para mantener su veloz desarrollo económico consiste en la adopción de políticas que contribuyan a reducir las desigualdades regionales y sociales[29] (Rovetta, 2002; Fernández, 2002).

En todo caso, no se debe perder la perspectiva, ya que parece evidente que es mejor la situación de un país con grandes desigualdades sociales y regionales debido al progreso de algunos grupos de población, que la de un país con menores desigualdades pero en el que la mayoría de población vive irremediablemente condenada a una situación de extrema pobreza.

Cuadro 6 Ingresos per cápita de las zonas rurales y urbanas de China

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Cabe pensar que el intenso crecimiento económico del gigante chino se prolongará durante los próximos ejercicios y que en un plazo no muy prolongado China llegará a convertirse en la principal potencia económica mundial en términos de PIB (Wilson y Purushothaman, 2003). Sin embargo, otros autores como Krugman (1994) ponen en cuestión la sostenibilidad del crecimiento económico de China.

Según Krugman en cierta forma es lógico que, tras el caos heredado de Mao, las reformas hayan permitido una rápida recuperación económica. No obstante, las elevadas tasas de crecimiento de China se deben a una acumulación de factores de producción (empleo, educación, inversión, etc.), y en mucho menor medida, a un incremento en la productividad total de los factores. Por ello, este autor concluye que, al igual que sucedió con la URSS en los 70 y con los tigres asiáticos en los 80, el acelerado crecimiento económico de China no es sostenible a largo plazo.

Otros autores consideran que es más bien el actual paradigma de crecimiento de la economía china lo que podría estar agotándose, por lo que el gobierno debería aprovechar la favorable coyuntura del país para adoptar instrumentos que le permitan dotarse de una estructura de decisión económica capaz de generar respuestas adecuadas para problemas todavía ocultos (Prasad y Rajan, 2006).

La estrategia de promoción de exportaciones, entremezclada con algunos rasgos del anterior modelo ISI, ha contribuido al crecimiento y al cambio estructural. Los beneficios obtenidos por la economía china se reflejan en aspectos tan relevantes como la especialización y las economías de escala de su industria exportadora, la creación de empleo en las ramas intensivas en mano de obra de estas industrias o la obtención de divisas para pagar los materiales, los bienes de capital y las nuevas tecnologías importadas (Abeysinghe y Lu, 2003).

Sin embargo, no parece tan evidente que este modelo vaya a deparar resultados positivos en la próxima etapa económica. En esta línea, algunos prestigiosos economistas inciden en la necesidad de adoptar medidas para ajustar el anormal modelo de la balanza de pagos internacional y reducir el superávit por cuenta corriente y comercial.

Dentro de esta corriente de opinión destacan los estudios elaborados por Yu, quien considera que el modelo de promoción de exportaciones chino, intensamente basado en la exportación de bienes elaborados con un gran componente importador, se encuentra agotado y que el doble superávit (de comercio y flujos de capital) no es sostenible a largo plazo (Yu, 2005)[30].

Una de las amenazas más serias para la estabilidad de la economía china es un exceso de liquidez, factor que sumado a la debilidad del sistema financiero chino y al libre movimiento de capitales puede ocasionar una crisis financiera (Yu, 2007). En este sentido, se observa que en las economías emergentes y, muy particularmente, en los países asiáticos, los elevados volúmenes de reservas han propiciado la generación de una ilusión de seguridad monetaria que dificulta una percepción realista del riesgo de que tenga lugar una crisis financiera (Bustillo, 2007).

Como se deduce de la ecuación fundamental del equilibrio macroeconómico (1), el saldo de la balanza comercial (X-M) es igual al ahorro doméstico neto, esto es, a la suma del ahorro menos la inversión (S-I) y de los impuestos menos el gasto público (T-G). En consecuencia, cuando hay un superávit comercial el ahorro doméstico obligatoriamente registra un saldo positivo, lo que a su vez implica una posición de préstamo frente a las economías internacionales.

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Y precisamente esa prolongada situación de China como prestamista internacional puede poner en peligro la inversión doméstica necesaria. En esta línea, parece necesario adoptar medidas en cuatro líneas de actuación: i) medidas macroeconómicas dirigidas a aumentar el gasto público (y el consumo en general), en aspectos como la seguridad social, el cuidado médico y la educación, y también en inversiones en infraestructuras; ii) una revisión de la política de IED que elimine el trato preferente de la inversión extranjera y una eliminación paulatina de la política de promoción de exportaciones; iii) reformas financieras que canalicen el ahorro doméstico hacia las empresas (de forma que éstas no tengan tanta necesidad de financiación exterior), y que eliminen la discriminación en el acceso a la financiación de las pymes; y iv) una suave liberalización de la cuenta de capitales y una apreciación paulatina del renminbi[31] (Yu, 2007).

Según algunos autores, ya se observan indicios de un cambio del modelo de crecimiento. China parece inmersa en un proceso de evolución de un modelo de crecimiento basado en las exportaciones a otro más orientado hacia la demanda interna, ya que a diferencia de lo que caracteriza a la estrategia exportadora, los agentes domésticos comienzan a desempeñar un papel relevante en la expansión de la demanda en el mercado chino (Feldman y Xie, 2001).

Al igual que ya sucediera con el modelo de crecimiento de Japón y Corea del Sur, tras una primera etapa caracterizada por la apertura y la dependencia de inversiones del exterior, China se encuentra inmersa en una segunda etapa en la que se plantea el objetivo de potenciar el papel de las empresas de capital chino, de forma que se procure un mayor grado de control “nacional” sobre la cadena de distribución internacional y sobre el suministro de materias primas y energías (Holslag, 2006a).

Como prueba de esta evolución, resulta interesante observar que si hasta comienzo de los 90 casi todos los Acuerdos de Libre Comercio firmados por China tienen como socios a países industrializados, desde que en 1993 la RPC se convierte en importador neto de petróleo los protagonistas de estos acuerdos son países productores de petróleo y países ricos en otras materias primas (Holslag, 2006a, pág. 7).

Entre 1979 y 2008 se han producido muy importantes avances en el nivel de bienestar de la sociedad china. Se trata de avances parciales que, dado el bajo nivel de partida, todavía sitúan a la población china muy lejos de los niveles de las economías desarrolladas. Ahora China afronta nuevos desafíos. Todos los indicadores parecen apuntar la necesidad de incrementar la eficiencia del gasto público y de aumentar los niveles de gasto público en educación y sanidad, particularmente en las zonas más pobres del país (OCDE, 2006a; Foro Económico Mundial, 2006).

Además, las autoridades chinas también deben adoptar medidas de reforma en otros campos fundamentales del sistema económico: se debe fortalecer la iniciativa privada, proteger la propiedad intelectual, consolidar un sistema financiero eficiente, introducir mayores niveles de flexibilidad cambiaria, reducir las barreras a la inversión exterior, etc. (Bustelo, 2002; Bustamante, 2002; Pangusión, 2004; Cacho, 2004; Lu, 2005). Todo ello, a la vez que se desarrolla un entorno legal estable que garantiza unas reglas de competencia comunes.

En términos generales, se observa que no se han producido reformas políticas y administrativas acordes al cambio económico. Una gran parte del antiguo aparato de planificación productiva todavía conserva relevantes funciones. El rebautizado como Programa Quinquenal (antes Plan Quinquenal), todavía es el principal documento de guía económica, y aunque ya no emplea las variables económicas básicas (crecimiento del PIB, etc.), el Programa incluye un gran número de planes sectoriales con objetivos de producción, exportación, tecnología, etc.

Del mismo modo, las denominadas "asociaciones empresariales" son en realidad antiguos departamentos de planificación o agencias gubernamentales ligeramente retocadas y las "asociaciones de trabajadores" se encuentran bajo nómina del gobierno y son responsables del diseño de muchos planes industriales. Asimismo, se constata que todavía existen ministerios muy poderosos, que teóricamente apenas tendrían funciones en una economía de mercado (por ejemplo, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, que controla prácticamente todos los aspectos empresariales).

Igualmente, parecen urgentes medidas para reducir el impacto medioambiental del crecimiento económico chino, siendo especialmente problemática la desertización de algunas zonas del país. No obstante, los principales desafíos se sitúan en el campo de la política y de los derechos humanos. El progreso y las reformas en materia económica contrastan con el anquilosamiento político que impide un avance en las libertades individuales y en el respeto a los derechos humanos, una situación que sitúa a China bajo la atenta mirada de la civilización occidental. En esta línea, la RPC tiene que comenzar a poner en práctica iniciativas dirigidas a garantizar la estabilidad social y la cohesión territorial del país si no quiere convertirse en un gigante con pies de barro.

El desarrollo económico de China, lejos de ser casual, se basa en la adopción de profundas reformas estructurales. Cabe pensar que no es tarea sencilla rescatar a una quinta parte de la población mundial de la pobreza. Mucho menos cuando en este proceso se ha de realizar una transición de una economía comunista a una "economía socialista de mercado". Sin embargo, la esperanza de la población china parece descansar sobre una profundización de las reformas; el gigante sólo continuará creciendo si se continúa apostando por su integración en la economía mundial y se adoptan las reformas necesarias.

Los autores más optimistas creen que los líderes comunistas chinos son conscientes de que necesitan consolidar el proceso de desarrollo económico para afianzarse en el poder (Barysch et al., 2005, pág. 2). Sin embargo, otros autores perciben una lucha interna entre las facciones políticas regionales más conservadoras y las más liberales, que en caso de decantarse a favor de las primeras podría poner fin al proceso de reformas (Shuja, 2005; Narayanan, 2006). De tal forma, el panorama de China se presenta lleno de incertidumbres, si bien varios estudios prevén que en un plazo de 30 a 50 años China se convertirá en la principal economía mundial y que se producirá un giro geopolítico hacia el continente asiático (Wilson y Purushothaman, 2003; Hawksworth, 2006).

II.2. efectos socioeconómicos derivados del auge de china

II.2.1. Cambio en los flujos de inversión extranjera directa y en la estructura de la oferta y la demanda mundial de bienes y servicios

La apertura de la economía china al exterior, su irrupción en el escenario económico internacional, ha tenido un evidente impacto sobre la economía mundial. China se ha convertido en uno de los principales destinos de los flujos internacionales de inversión directa, ya que reúne el atractivo de un reducido coste de mano de obra (por lo bajo de los salarios y lo prolongado de las jornadas de trabajo), y de un mercado doméstico de enormes dimensiones con una capacidad de consumo al alza.

Las empresas del sudeste asiático fueron las primeras en desplazar la producción de bienes intensivos en mano de obra a China, y todavía hoy estas economías son las que más invierten en la región. Concretamente, las empresas pertenecientes a las economías más desarrolladas del sudeste asiático (sobre todo Japón, Corea y Taiwán), han invertido en China en sectores intensivos en mano de obra, de bajo contenido tecnológico y producción estandarizada como, por ejemplo, el sector textil o el sector de productos plásticos (Andreosso-O'Callaghan y Wei, 2002; Giner y Giner, 2002).

Estas empresas también han trasladado al país chino las fases de la producción con un uso más intensivo de mano de obra de otros sectores (por ejemplo, el ensamblaje en las ramas de electrónica, maquinaria eléctrica y telecomunicaciones), con lo que en los últimos años los flujos de inversión extranjera directa, los intercambios comerciales y los flujos financieros se han multiplicado dentro del sudeste asiático (Kawai, 2005; Fukao et al., 2003; Rizal et al., 2006; Dee, 2005). Más concretamente, el peso del comercio intrazona de las quince principales economías de Asia oriental, las diez de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático[32] (ASEAN), China, Corea del Sur, Hong Kong, Japón y Taiwan, se ha elevado del 35% en 1980 al 54% en 2003 (Bustelo, 2005)

Gráfico 6 Evolución de la Inversión Extranjera Directa en China según el origen del capital

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Aunque en menor medida y más tardíamente, las empresas estadounidenses y europeas también han invertido en la RPC. De tal forma, resulta más que probable que China haya desplazado a otros países potencialmente receptores de estos flujos de inversión internacional. Así queda recogido, por ejemplo, por García-Herrero y Santabárbara (2005), quienes señalan que cada dólar adicional invertido en China entre 1996 y 2001 podría haber reducido la inversión extranjera destinada al conjunto de América Latina en casi 16 centavos de dólar, con unos efectos especialmente notorios en el caso de Méjico y Colombia.

En cuanto a los motivos que empujan a las empresas a abrir nuevas plantas en el extranjero, Dunning entiende que hay tres tipos de factores principales, tres tipos de ventajas, que explica en la formulación del paradigma PLI: i) las ventajas de mantener la Propiedad (P) de la empresa, que comprenden aspectos como la mayor dificultad de que las tecnologías y los productos puedan ser imitados; ii) las ventajas de Localización (L), que aluden a la abundancia relativa de los factores de producción (a su menor coste relativo) y a los menores costes de acceso a los mercados; y iii) las ventajas de la internalización (I), que hacen referencia a las ventajas de mantener en el seno de la empresa las actividades con altos costes de transacción (Dunning, 1988).

Igualmente, se ha de tener presente que la política china de captación de inversión extranjera tiene lugar en un entorno inequívocamente marcado por la creciente integración de las diferentes economías nacionales, que es precisamente lo que se ha dado a conocer como globalización económica. Los avances que se han producido en materia de transportes, comunicaciones y telecomunicaciones, junto con una creciente difusión tecnológica, permiten e impulsa la segmentación de los procesos de producción.

Tal y como señala Feenstra (1998) "la integración del comercio interactúa con la desintegración de la producción"; en las condiciones actuales las empresas tienen opción de localizar las diferentes partes del proceso de producción en distintos países y así obtener provecho de las ventajas específicas que cada uno de ellos tiene en cada fase del proceso productivo.

Más allá de los flujos de inversión directa, el desarrollo del gigante chino también ha supuesto un profundo cambio de la oferta y demanda global de bienes y servicios. China ocupa ahora el tercer lugar del ranking mundial de importaciones y exportaciones, únicamente superado por la UE y los Estados Unidos, con lo que resulta evidente que muchos otros países se han visto afectados en sus relaciones de comercio exterior.

Desde un punto de vista de la teoría económica, el auge de la inversión y del comercio en China se explica, en parte, gracias a la teoría de Heckscher-Ohlin (Heckscher, 1919). Este modelo, cuyo punto de partida son las diferencias en las dotaciones de factores productivos entre países (asociado a la teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo), afirma que incluso cuando los países tienen acceso a la misma tecnología para combinar los factores productivos pueden surgir diferencias que supongan una base de comercio mutuamente ventajoso[33].

Esta formulación permite interpretar el comercio internacional no sólo como un intercambio de bienes, sino también como un intercambio indirecto de los factores de producción incorporados en cada bien. Además, se deduce que los países tienen a exportar los bienes que utilizan intensivamente el factor más abundante en ese país, lo que proporciona un soporte teórico a la estrategia de promoción de exportaciones, ya que en ese marco parece lógico que los países industriales con abundante capital se especialicen en los sectores intensivos en capital, y que las economías en desarrollo con abundante mano de obra barata se especialicen en sectores intensivos en mano de obra (Chao-Wei, 2001; Tugores, 2006; Krugman y Obstfeld, 2000).

Siguiendo la teoría de Heckscher-Ohlin, se puede afirmar que la irrupción de China ha cambiado sustancialmente la dotación mundial de factores productivos, y por lo tanto, las ventajas comparativas de unos y otros países. Un primer efecto sería el ya reseñado del desplazamiento de la inversión (dentro de China y en el mundo), a lo que se une inmediatamente después un cambio en la estructura mundial de comercio exterior.

En cuanto al impacto generado, en el resto de economías del sudeste asiático la impresión generalizada es más bien pesimista (Abeysinghe y Lu, 2003; Zhang y Zhang, 2005), y algunos autores incluso llegan a mencionar que su efecto puede ser el de una segunda crisis asiática más severa que la de 1997 (Ohmae, 2001). Existe una notable preocupación por la presión de la competitividad exportadora de varios sectores industriales chinos, y también se teme que el mercado chino pueda absorber la mayor parte de los flujos de inversión extranjera privando de posibilidades de desarrollo a sus países vecinos.

Por otra parte, aparentemente China no representa una amenaza seria para el grueso de las exportaciones de América Latina[34], ya que en términos generales la estructura comercial de la mayoría de países latinoamericanos es más bien complementaria a la de la RPC (Lall y Weiss, 2004; Rosales y Kuwayama, 2007). Las diferencias en la composición del comercio, junto a la distancia geográfica existente entre estas zonas, induce a pensar que el impacto sobre las exportaciones de Latinoamérica será menor que el soportado por las economías del sudeste asiático.

Sin embargo, no es menos cierto que se observan algunos datos preocupantes. Así, por ejemplo, el intercambio comercial entre China y Méjico es muy asimétrico: la participación de la RPC en las exportaciones totales de Méjico no alcanza un 1%, mientras que el país asiático es el segundo mayor origen de las importaciones mejicanas. Es más, resulta sorprendente observar que el comercio bilateral entre los países de América Latina y China revela una tendencia hacia un modelo de especialización en el que los países latinoamericanos adquieren el papel de exportadores de productos primarios e importadores de manufacturas[35] (Lall y Weiss, 2004; Rosales y Kuwayama, 2007).

Gráfico 7 Evolución de las exportaciones e importaciones de China por regiones mundiales. 1996-2006.

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Por otra parte, los productos chinos representan una competencia directa de los productos africanos en los mercados mundiales en casos tan relevantes para los países africanos como el de la ropa y los textiles. No sólo eso, China también busca en Africa mercados para sus manufacturas de exportación, con lo que amenaza de forma directa los mercados domésticos de los productores africanos (Iranzo y Herrero, 2007; Goldstein et al., 2006).

Se puede apuntar, por lo tanto, que terceros países se han visto afectados de manera distinta por la expansión de China, dependiendo del grado de complementariedad o sustituibilidad de su estructura productiva con la del país asiático. Venables y Yueh (2006) distinguen dos posibles efectos: “efectos de cantidad” y “efectos de ingresos”. Los primeros aluden a la posible expansión o contracción de los diferentes sectores de producción; los segundos se refieren a los cambios en la relación real de intercambio de un país, esto es, la relación de los precios entre sus exportaciones e importaciones.

También es cierto que la importante y creciente demanda de materias primas de la RPC genera grandes oportunidades a medio plazo en los países de América Latina y Africa. Sin embargo, aparentemente, en el caso de América Latina y el Caribe estas oportunidades han sido poco explotadas por el momento, excepción hecha de unos pocos sectores de productos primarios (Rosales y Kuwayama, 2007).

Igualmente, cabe esperar que la demanda china se refleje en mayores flujos de inversión hacia estas regiones. De tal modo, en el caso concreto de Africa, la RPC ya ha puesto de manifiesto su interés en la obtención de materias primas, principalmente hidrocarburos (Iranzo y Herrero, 2007). China ha centrado su atención en países productores de petróleo como Sudán, Gabón, Argelia y Libia, y también en Zimbawe e Irán (además de Venezuela), países que en algunos casos se encuentran controlados por regímenes dictatoriales que se distinguen por su escaso respeto a los derechos humanos (Barysch et al., 2005, pág. 25).

El "Gran Dragón" parece dispuesto a ofrecer su ayuda económica para contribuir al progreso de los países africanos, a cambio de obtener fuentes estables de suministro de materias primas tan necesarias como el petróleo, el gas natural, minerales y madera[36]. Aparentemente, se trata de una oportunidad para que los países africanos utilicen el “ansia de recursos” del país asiático e impulsen el desarrollo de los sectores generadores de empleo (agro-empresas, textiles, servicios comercializables, etc.), a través de la capitalización de las ganancias obtenidas gracias a unos precios más elevados de sus recursos (Goldstein et al. 2006).

Sin embargo, la orientación de la estrategia comercial china en el continente africano, basada en un pragmatismo extremo, constituye fuente de crítica de países donantes e instituciones financieras multilaterales que consideran que China no está prestando la debida atención al progreso social, político y medioambiental en la región africana (Iranzo y Herrero, 2007; Holslag, 2007a; Holslag 2008c).

En definitiva, cabe pensar que los países especializados en la producción y exportación de bienes más demandados por el gigante asiático (bienes de capital, bienes intermedios y materias primas), se pueden beneficiar del desarrollo de China, mientras que los que cuentan con un mix de exportaciones similar (sobre todo producción intensiva en mano de obra y bienes TIC), probablemente van a padecer los efectos de una mayor competencia.

II.2.2. Impulso a la integración de las economías del sudeste asiático

A pesar de que varios autores consideran que países como Japón, Corea del Sur, Singapur o Taiwan disfrutan de ventajas comparativas en varias categorías de productos (Chae y Han, 2001; Deutsche Bank, 2001; Wang 2002), sólo unos pocos contemplan a China como un motor de crecimiento para la región (Cheong, 2001). Y, sin embargo, distintos indicadores apuntan que, al menos en cierto grado, el desarrollo de China ha propiciado una aceleración de la integración de las economías del sudeste asiático (Banco Central Europeo, 2005).

Sobre la base de la teoría de la ventaja comparativa, parece razonable pensar que, a través del comercio y de la especialización en diferentes fases de la cadena de producción, el crecimiento económico de China puede servir como motor de desarrollo de la región. De tal modo, las economías de la región pueden aprovechar su diferente grado de desarrollo y sus ventajas comparativas para crear sinergias y elevar su potencial de crecimiento individual (Abeysinghe y Lu, 2003; Kwan, 2003). La descripción de este fenómeno se realiza a menudo a través de la expresión "cadena de producción asiática".

En este sentido, la evolución del modelo de comercio de la región, el incremento del comercio intraindustrial vertical (Fukao et al., 2003), y la tendencia hacia la producción de una mayor variedad de productos, especialmente hacia productos con mayor sofisticación y contenido tecnológico, sugiere que ningún país del sudeste asiático corre el riesgo de quedar atrapado en una especialización de productos con bajo potencial de crecimiento futuro (Rizal et al., 2006). En esta línea, aparentemente las economías asiáticas del entorno tienen flexibilidad suficiente para adaptar su estructura industrial a la creciente capacidad exportadora china (Hong Kong Monetary Authority, 2002).

Además de lo que indican los flujos de comercio e inversión, se observan otras relevantes señales que muestran una aceleración en el proceso de integración económica del sudeste asiático. Cabe mencionar el establecimiento de numerosos Acuerdos de Libre Comercio (ALC) y de otras fórmulas de cooperación en la región, y también el cambio de actitud reflejado por las economías de la región, muy particularmente, China y Japón, que si antes se mostraban más bien escépticas, ahora parecen apoyar este proceso e incluso pelean por erigirse como núcleo central de la región (Xu, 2003; Bustelo, 2005; Evans et al., 2006). Por lo tanto, parece necesario poner en cuestión la tesis tradicional que afirma que Asia oriental es una zona inmadura para el regionalismo (Bustelo, 2005).

Resulta interesante reseñar que uno de los motivos que impulsa el proceso de regionalismo asiático, es una sólida preferencia por gozar de independencia tecnológica y de una mayor capacidad para establecer normas y estándares tecnológicos (Suttmeier, 2005; Schmitz, 2006; Kang y Segal, 2006), lo que se observa claramente en el caso de China y la India, pero también en el resto de países asiáticos.

En todo caso, la cooperación económica regional en el sudeste asiático se encuentra todavía en una fase incipiente, sobre todo en lo que se refiere a la institucionalización de la interdependencia económica (Kawai, 2005; Xu, 2003). Además, la dependencia de las economías de la región de países del exterior todavía parece excesiva para pensar en avances hacia una unión monetaria y económica (Hasebe y Shrestha, 2006). Sin embargo, algunos autores se atreven a aventurar que la iniciativa ASEAN+3[37] podría llegar a alcanzar un nivel de cooperación regional similar al que existe en Europa (Shambaugh, 2004a).

Probablemente, todavía es demasiado pronto para conocer el futuro de la región del sudeste asiático. Además, tampoco parece claro si este proceso de regionalismo asiático beneficiará al mundo a medio y largo plazo, ni tampoco cuál será el impacto de la proliferación de ALCs firmados en Asia para el unilateralismo y el futuro de las organizaciones multilaterales, especialmente la OMC.

II.2.3. Reasignación del factor mano de obra y de los recursos financieros

Desde el punto de vista de Stiglitz (2006), es importante resaltar que el crecimiento económico de China puede contribuir a una economía global más próspera y estable, ya que la economía no sigue las reglas de un juego de “suma cero”, en el que las ganancias de unos se corresponden con las pérdidas de otros, sino que tiene naturaleza de “suma positiva”.

Sin embargo, lo anterior no significa que todos los agentes económicos, todos los individuos, vayan a resultar beneficiados de este proceso. El desarrollo del país asiático y su integración en la economía mundial está imponiendo una gran presión sobre los trabajadores poco cualificados de las economías avanzadas y de los países en desarrollo.

Según Stiglitz, el Teorema de Igualación de Precios de los Factores de Paul Samuelson, que enuncia que el precio de los factores se iguala cuando hay libertad de comercio (o que tiende a igualarse, según el Teorema de Stolper-Samuelson, 1941), no se cumplía en relación con el coste del factor trabajo, ya que no se daba la condición de igualdad tecnológica.

De tal forma, aunque todavía hoy las tecnologías de los países industrializados no son iguales a las de los países menos desarrollados, resulta evidente que las empresas cada vez transfieren de forma más eficiente los factores de capital, conocimiento y tecnología de un país a otro. En consecuencia, las diferencias existentes en el coste del factor trabajo han comenzado a reducirse de acuerdo con el Teorema de Samuelson.

Diversos autores han realizado trabajos de investigación en esta línea. Según Freeman (1995), en las décadas de los 80 y los 90 la demanda trabajadores menos cualificados en los países desarrollados se ha reducido, lo que en algunos países se ha traducido en un descenso de los salarios (en los Estados Unidos), y en otros países en un aumento de la tasa de paro (Europa y OCDE).

Esta evolución del mercado de trabajo se ha vinculado de forma más o menos directa con el aumento de las importaciones de los países en vías de desarrollo y, muy particularmente, con el déficit comercial con China. Uno de los autores más rotundos es Scott (2005), quien señala que el incremento registrado en el déficit comercial de los Estados Unidos con China entre 1989 y 2003 ha causado el desplazamiento de un volumen de producción de 1,5 millones de puestos de trabajos estadounidenses.

Según este autor, el número de oportunidades laborales perdidas creció rápidamente durante los 90, y se aceleró después de la entrada de China en la OMC en 2001. Es más, Scott aprecia un cambio en el tipo de industrias afectadas por este fenómeno, de forma que si inicialmente el impacto se percibía, sobre todo, en las industrias intensivas en mano de obra y bajo nivel tecnológico, en los últimos años también afecta a actividades altamente cualificadas y que emplean tecnologías avanzadas como la electrónica, la informática o los equipos de comunicaciones.

No obstante, otros autores consideran que la importación de productos del tercer mundo no es la principal causa del descenso relativo de los salarios de los trabajadores menos cualificados, y atribuyen a este factor una importancia relativamente menor frente a otros aspectos como los avances tecnológicos o los desplazamientos en la demanda interna. Por ejemplo, Lawrence, en base a numerosos estudios econométricos concluye que el comercio exterior con las naciones subdesarrolladas es la causa de un 10% del deterioro total de las rentas de la fuerza de trabajo no especializada (Lawrence, 1996).

Otra cuestión a considerar es que, en apariencia, los datos de empleo industrial en China no reflejan un repunte particularmente espectacular, ya que las ramas de empleo que más han crecido en este país son las correspondientes al sector servicios[38]. El empleo industrial chino se eleva hasta 1995-1996, pero disminuye desde esas fechas hasta 2000-2001 debido a la privatización y reestructuración de muchas empresas industriales de propiedad estatal y colectiva (Banister, 2005).

Gráfico 8 Evolución del empleo industrial en China y los Estados Unidos

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En definitiva, no parecen claros los efectos netos inducidos en el mercado de trabajo de las diferentes regiones mundiales. Grossman y Rossi-Hanberg (2006), apuntan la posibilidad de que las deslocalizaciones y las cadenas de producción global, aparentemente negativas para el mercado de trabajo de los países más avanzados, hayan incrementado la eficiencia de las empresas, que de esta forma habrían podido mantener su presencia en los países con rentas más elevadas.

Freeman (2004), por su parte, subraya la importancia de que la fuerza de trabajo mundial se haya duplicado en los últimos años[39], y presta atención a los crecientes niveles de cualificación humana y tecnológica de China. En su opinión, estos cambios plantean una nueva era económica, con efectos que pueden ser negativos o positivos en función de la actuación de los diferentes agentes económicos[40].

Indudablemente, China ha emergido como un nuevo agente económico de primer orden mundial quebrando la relación “centro-periferia” con los países del primer mundo a la que aludía Prebisch (1951). Esta irrupción ha alterado el modelo de equilibrio económico general global, de forma que los primeros años del siglo XXI se han caracterizado por una clara acentuación de los desequilibrios globales, con un claro protagonismo de los originados por los Estados Unidos y China (García-Herrero, 2006).

De forma muy particular, el auge de China ha tenido un considerable impacto en la asignación mundial de los recursos financieros. Por una parte, los Estados Unidos han acentuado su posición deudora respecto a los países en desarrollo, y principalmente China, como consecuencia del crecimiento de su enorme déficit por cuenta corriente (738.000 millones de dólares en 2007), y de su déficit fiscal (345.000 millones en 2007)[41]. Por otra, China se ha convertido en el principal acreedor de los Estados Unidos, y gracias a su superávit por cuenta corriente y a las entradas de capital ha acumulado un enorme volumen de reservas internacionales.

En consecuencia, las decisiones de las autoridades chinas sobre la compra de bonos americanos tienen una relevante influencia sobre los tipos de interés de los Estados Unidos y, por ende, sobre las economías de todos los países industrializados (The Economist, 2005). Esta situación hace que el comportamiento del país asiático sea clave en el adecuado funcionamiento del sistema financiero global (García-Herrero, 2006). Tal y como señala Stiglitz, China se ha convertido en un agente central del sistema global de reservas, con lo que sus decisiones sobre la gestión de sus reservas pueden tener enormes efectos sobre los tipos de cambio y la estabilidad financiera global (Stiglitz, 2006).

En esta línea, un aspecto fundamental, relacionado con la evolución de todo tipo de flujos de comercio y de capitales, son las decisiones de las autoridades chinas en cuanto al tipo de cambio de la moneda. En los países industrializados existe la percepción de que desde Pekín se mantiene la moneda devaluada con el objetivo de fomentar la competitividad (Riera, 2003). Por ejemplo, Adams et al. (2006) estiman que el tipo de cambio real de equilibrio podría ser de aproximadamente 1,4 renminbis/dólar (frente a los 8,3 actuales), si bien estos autores matizan que una apreciación del tipo de cambio probablemente no disminuiría en gran medida la competitividad de China.

Complementariamente, resulta interesante apuntar que algunos estudios estiman que las elevadas tasas de ahorro de China tendrán un efecto muy positivo sobre la formación de capital y el equilibrio económico general a largo plazo (Fehr et al., 2007). Es más, según el modelo desarrollado por estos autores los salarios reales de los países desarrollados se elevarán durante el siglo XXI gracias a la positiva influencia del gigante asiático, ya que de otra forma los sueldos de los países occidentales no tendrían otro remedio que evolucionar a la baja.

II.2.4. Aumento del consumo mundial de materias primas y energía

El desarrollo económico de China ha tenido un impacto muy negativo en la sostenibilidad medioambiental del planeta. El incremento de los niveles de producción ha supuesto un aumento del consumo de materias primas y recursos energéticos, y un incremento de las emisiones de contaminación atmosférica. Un país que hace 15 años era autosuficiente en prácticamente todas las materias primas y en productos energéticos es hoy uno de los mayores importadores de metales y petróleo (Holslag, 2008d).

Más concretamente, la RPC se ha convertido en el tercer importador de petróleo a escala mundial y, según indica la Agencia Internacional de la Energía, desde 2002 casi el 40% del incremento de la demanda mundial de petróleo es atribuible a este país, con el consiguiente impacto en los precios mundiales del crudo. No sólo eso, el gigante asiático también es ya el segundo principal emisor de dióxido de carbono a la atmósfera, sólo por detrás de los Estados Unidos[42].

Gráfico 9 Evolución del consumo de petróleo de China y de la cotización del barril de petróleo (1971-2005)

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De tal forma, en un previsible escenario en el que la producción asiática continúe aumentando rápidamente, la sostenibilidad medioambiental parece quedar en serio riesgo. Cabe plantear al menos dos graves amenazas: primero, se plantean dudas en cuanto a la sustentabilidad de algunas materias primas como el hierro o el petróleo; y, segundo, las emisiones de dióxido de carbono seguirán elevándose velozmente, lo que acentuará los graves problemas del efecto invernadero.

Aunque el país asiático ratificó el Protocolo de Kioto de 2002, se encuentra exento de recortar sus emisiones por tratarse de un país en vías de desarrollo. Las autoridades chinas, al igual que las de la India, consideran no sin razón que el actual deterioro medioambiental se debe en buena medida a daños ocasionados por los países más desarrollados. En este sentido, a pesar de su menor eficiencia energética, todavía hoy el consumo energético per cápita del país chino es muy inferior al de la mayoría de los países industrializados[43].

En todo caso, las autoridades chinas se muestran cada vez más preocupadas por el calentamiento global[44], por lo que han solicitado la colaboración tecnológica internacional para poder ser más respetuosos con el medioambiente sin dañar su crecimiento económico. No se debe olvidar que el desarrollo económico ha permitido que cientos de millones de habitantes del país salgan de la pobreza, lo que sin duda ha de considerarse como una muy positiva aportación a la sostenibilidad medioambiental del planeta.

De hecho, dada la falta de eficiencia energética de China y otras economías emergentes, parece probable que progresos sencillos en determinadas fases de la producción de energía (y de la producción metalúrgica) en estos países puedan facilitar ahorros energéticos muy superiores a los que se pretenden alcanzar en las economías industrializadas a través de fórmulas mucho más complejas para reducir las emisiones y desarrollar fuentes de energía renovables.

En esta línea, hay que tener presente que el ritmo de mejora de la eficiencia energética mundial desde 1990 ha sido mucho más lento que en las dos décadas anteriores (Agencia Internacional de la Energía, 2008b). Más aún, según un estudio elaborado por McKinsey aproximadamente un 75% del potencial de mejora de la productividad energética se concentra en las economías en desarrollo (McKinsey, 2007).

A este respecto, resulta ilustrativo observar que mientras que China prevé poner en marcha antes de 2012 nuevas plantas de carbón que producirán entre 850 y 1.900 millones de toneladas de CO2 adicionales por año, el recorte total de emisiones contemplado en el protocolo de Kyoto asciende a 480 millones de toneladas de CO2 anuales (Clayton, 2004).

Gráfico 10 Ahorro previsto en el Protocolo de Kyoto y aumento de emisiones de CO2 de China, India y los Estados Unidos

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II.2.5. Propagación del sello "made in China" en el mercado de productos electrónicos y tecnológicos

La entidad de la amenaza tecnológica planteada por China es objeto de debate entre los economistas. Las políticas de educación e I+D en la RPC se encuentran orientadas a conseguir una producción con mayor valor añadido, y la ventaja competitiva de China parece depender cada vez menos del bajo coste de su mano de obra. Por lo tanto, es previsible que el impacto del desarrollo del país asiático cada vez afecte a un mayor número de sectores y países. De hecho, en opinión de algunos autores la estructura de sus exportaciones se encuentra asociada ya en la actualidad a unos niveles de productividad que corresponderían a un país con unos niveles de renta mucho más elevados (Rodrik, 2006).

Otros autores, sin embargo, consideran que la extendida creencia de que China representa una seria amenaza a las economías más desarrolladas en los segmentos de gran contenido tecnológico no encuentra apoyo en las tendencias actuales, aunque admiten que los modelos de especialización pueden cambiar rápidamente (Havik y Mc Morrow, 2006). Aproximadamente, un 60% de las exportaciones chinas corresponden a bienes intensivos en mano de obra y materias primas y, aunque la RPC también tiene una presencia relativamente alta en el sector de alto contenido tecnológico, este dato básicamente refleja la importación de piezas y componentes de gran contenido tecnológico para su procesamiento en las etapas intensivas en mano de obra y su posterior exportación (Barysch et al., 2005, pág. 33).

Siguiendo lo expuesto por Lardy (2005), existen varias razones para argumentar que China todavía sigue especializada en las etapas intensivas en mano de obra de la producción de los bienes de gran contenido tecnológico que exporta: i) el país asiático exporta un gran volumen de bienes TIC porque importa la mayor parte de los componentes de alto valor añadido que se incorporan en estos productos[45] ; ii) la mayor parte de los productos de elevado contenido tecnológico exportados por China (reproductores de DVD, agendas portátiles, teléfonos móviles, etc.), no deberían ser considerados como tales dados los enormes volúmenes de exportación y los bajos precios unitarios de estos productos; iii) la mayor parte de los productos TIC son ensamblados por empresas extranjeras (especialmente de Taiwan), que emplean China como plataforma para la exportación; y iv) estas empresas extranjeras suelen proteger su tecnología de los competidores chinos, con lo que limitan la absorción de tecnología por parte de las empresas locales.

Sin embargo, estos argumentos pueden ser rebatidos, al menos, en tres puntos: primero, la política de atracción de inversión extranjera, basada principalmente en la creación de joint-ventures, ha permitido que las empresas locales se hagan con un conocimiento tecnológico y un know-how crítico en algunos sectores económicos, por ejemplo, el de la electrónica informática (también gracias a la débil protección de la propiedad intelectual en China); segundo, unido a lo anterior, en no pocos casos las empresas chinas han dejado de ser simples ensambladores de componentes y han absorbido fases del proceso de producción “aguas abajo”; y, tercero, aunque es cierto que, en general, el valor unitario de las exportaciones chinas de productos electrónicos es inferior al de las exportaciones de Corea del Sur o Singapur, se observan algunas importantes excepciones en casos como el de los reproductores de video y las pantallas de TV (Rodrik, 2006).

A este respecto, hay que recordar que la estrategia de promoción de exportaciones china se ha combinado con algunos aspectos de una estrategia de industrialización sustitutiva de importaciones, que paulatinamente se ha orientado hacia la promoción de actividades con mayor contenido tecnológico. Las políticas industriales chinas de apoyo a empresas de base tecnológica han cosechado algunos fracasos (como el de la TV a color a comienzos a los 80), pero también han contribuido a alcanzar éxitos muy importantes (como el de la empresa de PCs Lenovo), lo que representa un argumento para defender la participación pública en la identificación y desarrollo de posibles nichos de actividad en segmentos de alto valor añadido[46] (Rodrik, 2006).

No obstante, en líneas generales, los analistas parecen escépticos sobre la capacidad de las autoridades chinas para identificar a estos "campeones nacionales" y, de hecho, se considera que las malas inversiones acometidas siguiendo el criterio de los poderes públicos representa una de las principales causas de la situación crítica que padecen los bancos estatales (Barysch et al., 2005, pág. 34).

Gráfico 11 Evolución de las exportaciones de bienes TIC

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En cualquier caso, con independencia del mayor o menor componente ensamblador, y del mayor o menor contenido tecnológico de las exportaciones, hay que subrayar el rápido crecimiento de las exportaciones chinas en el segmento de productos electrónicos, muy superior al registrado en sectores como el textil y el calzado tradicionalmente asociados a este país (Adams et al., 2006). Sin lugar a dudas, resulta sorprendente que un país con un nivel de renta como el de China se haya convertido en el principal exportador mundial de bienes electrónicos (Rodrik, 2006).

La RPC ya ha avanzado en la cadena de valor y si mantiene elevados volúmenes de producción en bienes intensivos en mano de obra es fundamentalmente porque en China todavía existe un importante excedente de mano de obra. Indudablemente, las autoridades chinas son plenamente conscientes de que la única fórmula para mejorar las condiciones de vida consiste en apoyar la transición de una industria de producción de calzados a una industria de alta-tecnología y servicios.

II.3. Conclusiones

El acelerado proceso de crecimiento de la economía china ha tenido una influencia muy notable en el cambio del patrón socioeconómico mundial en aspectos como los flujos de inversión, los intercambios comerciales, el mercado de trabajo, la sostenibilidad medioambiental, etc. A su vez, el fenómeno chino es en parte producto de alteraciones más profundas en la lógica de la producción y el comercio internacional debidas a la sustancial reducción de los costes de transporte y comunicación.

China ha adquirido una dimensión tal que sus decisiones nacionales trascienden de sus fronteras y se extienden por todo el planeta. En consecuencia, en la medida en que su papel en la economía global adquiere más relevancia, China ha de asumir mayores niveles de responsabilidad (Stiglitz, 2006). Pero no sólo el gigante asiático debe comportarse de modo responsable; las autoridades públicas de los países avanzados han de asumir las nuevas condiciones socioeconómicas y deben diseñar políticas macroeconómicas que contribuyan al bienestar general.

El impacto de China afecta a todas las esferas de la vida político-económica-social. Se trata, en este sentido, de un impacto global en un escenario global. Por ello, al referirse al gigante asiático los mensajes de las autoridades públicas de los países occidentales suelen entremezclar contenidos de planos distintos y, en ocasiones, se llegan a realizar peligrosas relaciones entre el déficit comercial y la seguridad internacional.

A este respecto, resulta especialmente llamativa la actividad desarrollada por la Comisión Estados Unidos-China para la Revisión de Economía y Seguridad[47], que opera bajo un mandato del Congreso según el cual el bienestar económico de los Estados Unidos es un asunto fundamental de la seguridad nacional, lo que implica el mantenimiento de una sólida base industrial, saludables niveles de empleo y tasas de crecimiento económico, una vigorosa actividad de investigación y desarrollo, una gran competitividad global, y la capacidad para disponer de unas fuerzas militares robustas.

Así, esta Comisión desempeñó un papel fundamental en las trabas fijadas por el Congreso de los Estados Unidos al frustrado intento de adquisición de Unocal, una empresa petrolera estadounidense, por parte de CNOOC, la empresa de petróleos más grandes de China. Los motivos políticos, la desconfianza en el régimen de Pekín, su falta de transparencia y, en general, los recelos que suscita la RPC en muchos sectores de la sociedad estadounidense desempeñaron un papel fundamental en el fracaso de esta operación (Del Caz, 2005).

Desde los Estados Unidos se percibe la relación bilateral con China como la más importante de las próximas décadas y se observa con preocupación el futuro de estas relaciones. Es más, existe la sensación de que aunque ambos países dialoguen, comercien y cooperen en algunos temas, se continuarán contemplando con profunda desconfianza y desarrollarán su potencia militar pensando en una posible confrontación (Friedberg, 2005).

En cierta medida, el debate sobre la competitividad china recuerda el de los 80 en relación con Japón. Sin embargo, hay algunas importantes diferencias. En los 80 la preocupación estadounidense consistía básicamente en la emergencia de Japón como una economía con capacidad para liderar el mercado tecnológico. Por el contrario, en la situación actual son las empresas multinacionales las que trasladan su producción a China a través de la IED y de la externalización. Ahora no se trata tanto de una cuestión de supremacía tecnológica, sino de las implicaciones para las economías desarrolladas de un continuo flujo de salida de la inversión, y de la relocalización del empleo asociada al cambio en la producción y el comercio (Adams et al., 2006).

Durante décadas los países industrializados han propagado los beneficios del libre comercio. No cabe pensar que ahora que un país en vías de desarrollo obtiene el éxito ateniéndose, hasta cierto punto, a las reglas del modelo occidental sean los países industrializados quienes propicien una nueva oleada de proteccionismo. Sin embargo, la entidad de los nuevos desafíos plantea un elevado grado de incertidumbre sobre la actitud que pueden adoptar en el futuro potencias como los Estados Unidos o la Unión Europea.

III.desarrollo de las relaciones entre la unión europea y china

III.1. Introducción

Desde aproximadamente comienzos de la década de los 90, China se ha convertido en un interlocutor de primer orden para la Unión Europea. Esta circunstancia queda reflejada en las declaraciones de las máximas autoridades de la Comisión Europea y de los países miembros de la Unión y en los numerosos documentos estratégicos UE-China elaborados por la Comisión Europea (Comisión Europea, 1995, 1998, 2003a). Así lo demuestra también la creación de varios organismos de carácter mixto de elevado nivel jerárquico y la organización de numerosos eventos compartidos que pretenden intensificar las relaciones entre ambos socios.

Resulta evidente que la UE ha elevado el status de sus relaciones con la RPC en línea con el incremento del volumen de intercambios comerciales entre ambas regiones y con la confirmación del rol de China como una de las principales potencias económicas mundiales. Igualmente, probablemente no resulta desacertado señalar que la UE ha tardado más que Japón y los Estados Unidos en valorar adecuadamente la relevancia de sus relaciones exteriores con la RPC (Barysch et al., 2005).

En numerosos momentos la carencia de una estrategia a medio y largo plazo ha llevado a la UE a tener que reaccionar una y otra vez ante movimientos de otros agentes económicos, principalmente de los Estados Unidos. En esta línea, varios documentos de la Comisión de comienzos y mediados de la década de los 90 dejan translucir cierta preocupación por la relativa debilidad de los lazos económicos entre la UE y China, especialmente al comparar éstos con los vínculos económicos establecidos entre el país chino y las otras dos potencias económicas (Comisión Europea 1995, 2001a).

La UE no empieza a tener una visión nítida sobre el papel de sus relaciones con China hasta la mitad de la década de los 90. En este sentido, la hiperactividad desarrollada por la UE desde mediados de los 90 para fortalecer sus relaciones con el gigante asiático se debe, hasta cierto punto, al deseo de recuperar "el terreno perdido" durante los 80.

Cuadro 7 Cronología de las relaciones económicas y comerciales entre la Unión Europea y China.

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La naturaleza de las actuaciones desarrolladas pone de manifiesto que la UE se muestra cada vez más claramente consciente de que el impacto del auge chino trasciende del plano económico y afecta de pleno a cuestiones socio-políticas de máxima relevancia mundial. De tal modo, las políticas de la UE en su proceso de aproximación a China se caracterizan por adoptar un enfoque progresivamente más amplio. Las relaciones entre ambos socios, en sus inicios centradas en el comercio y la inversión, evolucionan hasta convertirse en pactos entre socios estratégicos que afectan a todas las esferas de ámbito económico y político de orden mundial.

III.2. Primera etapa: 1975-1984. primeros contactos comerciales

Dados los antecedentes imperialistas de los países europeos en China, particularmente en el siglo XIX, y la instauración en el poder del régimen nacionalista primero y del comunista después, ambos muy poco partidarios de mantener unas relaciones fluidas con el exterior, prácticamente no se producen contactos entre los países occidentales de Europa y China hasta mediados de la década de los 50 (Conferencia de Ginebra de 1954).

Durante los 50 y los 60 los contactos son mínimos debido a la política de confrontación de bloques entre el Oeste (los Estados Unidos y Europa Occidental), y el Este (Europa del Este y la RPC). Además, a ello hay que añadir las escasas competencias en materia de política exterior atribuidas en aquella época a la Comunidad Económica Europea (CEE), una asociación todavía en ciernes que despertaba numerosas dudas en cuanto a su evolución[48].

De tal forma, prácticamente hasta la década de los 70 las relaciones entre Europa y China se caracterizan en cierto grado por la confrontación derivada de la política de bloques y por el desinterés mutuo. La RPC atribuye escasa relevancia geopolítica a Europa y, viceversa, China es ignorada por la mayor parte de los países europeos (excepto quizás Francia), dada la posición geográfica de la RPC y su limitada capacidad económica y militar.

Sin embargo, a comienzos de los 60 tiene lugar un acontecimiento que modifica totalmente la percepción de Europa por parte de la RPC; la ruptura de las relaciones entre China y su hasta entonces gran aliado, la Unión Soviética (Barysch et al., 2005; Chen, 2003). La Europa Occidental surge entonces a los ojos de Mao como una especie de zona templada entre el imperialismo estadounidense y el bloque soviético de la Europa del Este, lo que lleva a China a establecer relaciones diplomáticas con Francia (1964), Italia (1970), y con el Reino Unido y Alemania (ambos en 1972).

Mao deja a un lado su escepticismo sobre la integración europea y considera que puede ser conveniente propiciar unas buenas relaciones exteriores con la CEE para gestionar los conflictos Norte-Sur (países ricos-países pobres), y Este-Oeste, sobre todo, como contrapeso al poder hegemónico de la Unión Soviética[49]. Es más, la RPC se convierte en esos momentos en un interesado defensor de una Europa fuerte y unida que pueda contrarrestar a las dos grandes potencias (Chen, 2003).

En mayo de 1975, tres años después de que Richard Nixon llevara a cabo su histórica e inesperada visita a Pekín, el Comisario Europeo de Relaciones Exteriores Sir Christopher Soames visita China y da inicio a las relaciones diplomáticas entre la Unión Europea y la RPC. Durante su viaje Sir Christopher tiene ocasión de entrevistarse con los principales líderes chinos, lo que refleja la súbita importancia concedida por parte de China a sus relaciones con la CEE.

Por parte de la joven Comisión Europea se trata de un gesto con indudable trascendencia política y económica, si bien probablemente el principal objetivo europeo consiste en fomentar el comercio entre ambos países. Por parte de la RPC, sin embargo, el enfoque es claramente geoestratégico, y se enmarca dentro del juego de alianzas y enfrentamientos de la política exterior desarrollada por Mao en esta época de mayor apertura hacia Occidente (Chen, 2003).

Resulta ilustrativo comprobar que, como consecuencia de este cambio de alianzas, a comienzos de la década de los 70 los países europeos toman el relevo de la URSS como principales proveedores de tecnología de la RPC. De tal forma, la mayor parte de las exportaciones europeas, sobre todo las alemanas, consisten en equipamiento industrial y productos manufacturados, tales como maquinaria pesada o instrumentos de precisión, a diferencia de las exportaciones estadounidenses, que comprenden básicamente productos agrícolas (Chen, 2003, pág. 111).

La visita también responde al nuevo rumbo tomado por las relaciones exteriores de la Comunidad Económica Europea tras el acuerdo de la Cumbre de París de 1972, punto de origen de una nueva política comunitaria de cooperación con los países en vías de desarrollo. De tal forma, el inicio de las relaciones con China se enmarca dentro de un conjunto de actuaciones de la CEE con los países en vías de desarrollo y, en particular, con los países asiáticos.

No obstante, durante los 70 son los países del sudeste asiático, y en particular los integrantes de la ASEAN, los que hacen un mayor esfuerzo por tratar de fortalecer los vínculos con la CEE para mejorar el acceso de sus productos al mercado europeo. Gracias a este interés, en junio de 1972 se celebra en Bruselas una primera reunión informal entre la CEE y la ASEAN, y en 1973 y 1974 tienen lugar otras dos reuniones entre estos mismos protagonistas.

Resulta curioso observar que ya en aquella reunión de 1974 se concluyese que, a tenor de los peligros de los posibles trastornos en el ordenado funcionamiento del sistema económico mundial, tanto los países desarrollados como los países en vías de desarrollo debían asumir su responsabilidad en un entorno de creciente interdependencia económica. Por ese motivo, en la reunión se presta especial atención a la efectiva implantación del Sistema de Preferencias Generalizadas[50] (Generalized System of Preferences, SGP) y a las Negociaciones Multilaterales de Comercio como fórmulas para mejorar el sistema de comercio mundial y promover un mejor equilibrio en las relaciones económicas internacionales.

Igualmente, es sorprendente observar que ya en 1973 la Comisión Europea juzgase a la RPC como uno de los socios económicos más importantes en el futuro. De tal modo, en el informe del Comité de Relaciones Económicas Exteriores del Parlamento Europeo se describe a China como “el país más poblado del mundo, con enormes recursos humanos y naturales, y que adquirirá una relevancia muy relevante en el último cuarto de siglo” (Kapur, 1986).

Sin embargo, se trata de un juicio valor que no tiene un reflejo posterior en las políticas de la CEE, y más bien parece responder a la necesidad de los países europeos de buscar nuevos mercados y nuevos proveedores de materias primas lejos de sus fronteras en una coyuntura económica marcada por la crisis del petróleo.

La política exterior china adquiere una naturaleza mucho más pragmática a partir de 1978, tras la llegada al poder de Deng Xiao Peng (Bailey, 2002, pág. 220; Chen, 2003, pág. 52). El establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre China y los Estados Unidos en 1979 inicia un proceso de mayor interacción con la comunidad internacional[51]. A finales de 1978 Pekín declara aceptar créditos directos y ayudas al desarrollo procedentes del extranjero, entre enero y febrero de 1979 el propio Deng visita los Estados Unidos, y en los años siguientes la RPC se une a varias instituciones financieras internacionales (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, entre otros).

Este cambio también influye en las relaciones entre Europa y China, de modo que el primer hito económico relevante en las relaciones se produce con la firma del Acuerdo de Comercio de 3 de abril de 1978 (Comisión Europea, 1978). Pese a su importancia, el texto es muy breve y consta únicamente de once artículos, en los que se regulan las condiciones básicas de las relaciones comerciales y se adoptan algunas medidas para fomentar los intercambios.

En cuanto a los aspectos más destacados de su contenido, en el artículo primero se establece que ambas partes, en el ámbito de sus respectivas leyes y normas, "tratarán de promover e intensificar el comercio entre ellas". A tal fin, ambas partes confirman su intención de favorecer los intercambios comerciales, mejorar la estructura del comercio y diversificarlo, y examinar con espíritu de buena voluntad las sugerencias realizadas por la otra parte, particularmente en el seno del Comité Mixto.

En el artículo segundo ambas partes se comprometen a otorgar a la otra el tratamiento de nación más favorecida (Most Favoured Nation, MFN), en todos los asuntos relacionados con los aranceles e impuestos aduaneros, las normas, procedimientos y formalidades relacionadas con los certificados y los tránsitos aduaneros, los impuestos y otras cargas que graven las importaciones o exportaciones, y las formalidades administrativas requeridas en la concesión de licencias a la importación o exportación.

En este punto se ha de reseñar que otorgar un tratamiento de este tipo no constituye una cuestión excepcional por parte de la CEE, ya que es el concedido con carácter general a cualquier país con el que no existe un boicot comercial. Sin embargo, desde el punto de vista de la RPC este tratamiento revela la importancia concedida al “factor europeo” en el desarrollo doméstico, especialmente en lo que concierne a la adquisición de tecnología y al progreso tecnológico[52] (Chen, 2003, pág. 112).

En el acuerdo ambas partes también se comprometen a procurar una expansión armoniosa del comercio y un equilibrio en los intercambios comerciales (artículo 3º). Se trata, curiosamente, de una referencia que alude al objetivo de que el saldo de la balanza comercial entre ambas partes se mantenga próxima al saldo cero, un criterio que en el caso de la RPC guió sus relaciones comerciales, al menos, durante los 70[53] (Chen, 2003, págs. 51 y 111).

En el artículo quinto ambas partes quedan obligadas a intercambiar información sobre cualquier problema que pueda surgir en sus relaciones comerciales y a iniciar consultas amistosas sobre estos problemas. Lo que es más, cada una de las partes asegura que no se adoptará ninguna acción antes de que hayan tenido lugar estas consultas (aunque se admiten casos excepcionales para no hacerlo así).

Posteriormente, ya en el artículo 9º, se recogen las condiciones para la creación de un Comité Mixto con representantes de ambas partes. Las principales funciones de este Comité consisten en revisar el funcionamiento del acuerdo y examinar los posibles problemas y las nuevas oportunidades comerciales que puedan surgir. Se decide que este Comité se reúna anualmente, alternando Bruselas y Pekín como sede del encuentro, y con independencia de la celebración de otras reuniones extraordinarias cuando sea pertinente.

En todo caso, aparentemente el acuerdo no entraña mayores pretensiones ni expectativas económicas. Hay que tener presente que en el mismo año en que se firma este acuerdo Deng Xiao Peng acaba de poner en marcha el proceso de reformas económicas y que la apertura al exterior del gigante asiático se encuentra en sus compases iniciales. Se ha de tener en cuenta, igualmente, que en esa época el volumen de comercio entre ambas partes es muy modesto[54].

El acuerdo, en esencia, persigue la aplicación mutua de la condición de nación más favorecida, si bien la CEE desea proporcionar a China un tratamiento diferente (menos favorable), al concedido a los miembros de una unión aduanera o un área de libre comercio, a sus países vecinos y a los miembros del GATT (Chen, 2003, pág. 137).

Un año después, en 1979, se produce la firma de un acuerdo para regular la importación de tejidos y productos textiles chinos por parte de la CEE. Este acuerdo regula cuotas, tasas de crecimiento (máximo del 6% anual), la potestad unilateral de la CEE para decidir los productos afectados por el acuerdo, cláusulas de precios y cláusulas para suavizar una súbita irrupción de productos chinos, etc.

Considerando que por entonces China no era partícipe del Acuerdo Multifibras (AMF)[55], las condiciones de este acuerdo son más favorables para China que las que la CEE adoptaría respecto a otros países en desarrollo en el AMF II, ya que la Comunidad también aprueba un incremento en las cuotas de productos textiles chinos no sensibles. De tal forma, tras la firma del acuerdo, las exportaciones chinas se duplican de 20.000 a 40.000 toneladas al año (Chen, 2003, pág. 143).

El 1 de enero de 1980 se produce otro hito destacado en las relaciones comerciales UE-China, ya que la Unión incluye a China en su Sistema de Preferencias Generalizadas. Se trata de una decisión con un marcado simbolismo político que pretende reflejar el apoyo de la CEE al proceso de reformas chino y, al mismo tiempo, satisfacer las demandas del gobierno chino, que deseaba recibir un tratamiento diferenciado al concedido al bloque de países del Este.

Además, a través de esta medida la UE pretende contribuir a la creación de un clima favorable entre ambas partes, ya que a inicios de los 80 una de las principales preocupaciones de las relaciones bilaterales consiste en incrementar las exportaciones chinas a la Unión (Chen, 2003, pág. 148). De tal modo, y a pesar de que la Unión impone ciertas restricciones sobre las cantidades y las categorías de productos que se pueden acoger al SGP (para controlar el impacto sobre los sectores productivos europeos), en 1980 las exportaciones chinas aumentan significativamente y sus importaciones se reducen notablemente, si bien el volumen de las transacciones comerciales se mantiene en niveles todavía relativamente poco importantes (algo menos de 4.000 millones de euros, esto es, menos del 1% del volumen de comercio exterior de la UE[56] ).

A lo largo de los 80 la Comisión amplía paulatinamente el número de categorías y las cantidades de productos que reciben un tratamiento favorable bajo el SGP, buscando un equilibrio entre las demandas de la RPC y sus propios intereses. Además, en 1981, 1985 y 1988 la Comisión organiza tres ferias de negocios en Bruselas para exhibir los productos exportados por China.

Por otra parte, a principios de los 80 surgen los primeros esbozos del programa de cooperación con el país asiático. Más concretamente, en 1983 se lanza el primer programa de cooperación científica y en 1984 el primer programa para la formación en gestión empresarial y desarrollo rural.

Cuadro 8 Comercio exterior entre la UE y China. 1960-1984.

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En la esfera de la política y la diplomacia, a finales de la década de los 70 y comienzos de los 80 se producen diversos contactos de alto rango. Cabe destacar las visitas a China del presidente del Parlamento Europeo (Emilio Colombo) y del presidente de la Comisión Europea (Roy Jenkins), en enero y febrero de 1979, respectivamente.

Sin embargo, como consecuencia de los cambios registrados en las relaciones exteriores chinas, y muy particularmente de la nueva aproximación de Pekín a Moscú, a inicios de los 80 se produce un nuevo giro en la percepción de la CEE por parte de la RPC. El entusiasmo demostrado por las autoridades chinas en los 70 respecto a la integración europea se transforma en indiferencia y se alude al proceso como "un camino largo y lento" debido a los conflictos de intereses de los Estados miembros.

La importancia del "factor europeo" en las relaciones exteriores chinas como contrapeso a los dos bloques se difumina y la RPC asigna a la CEE un rol similar al de otras potencias económicas. El nuevo enfoque más pragmático de Deng Xiao Peng estima conveniente que cada uno de sus tres principales socios comerciales (Europa, Japón y los Estados Unidos), tengan una relevancia similar, de modo que no exista una excesiva dependencia sobre ninguno de ellos[57]. La RPC contempla a la CEE como un agente económico que sirve para equilibrar la fuerza de Japón y los Estados Unidos, con lo que decide a aumentar su comercio con la CEE.

En cuanto a las relaciones de la CEE con Asia, hay que destacar que la primera cumbre ministerial entre la ASEAN y la CEE tiene lugar en Bruselas en septiembre de 1978. Poco después, el 7 de marzo de 1980, se firma el Acuerdo de Cooperación con los Estados miembros de la ASEAN, que contempla objetivos en el plano de la cooperación comercial, económica y técnica, y que también establece la creación de un Comité Mixto de Cooperación para el seguimiento del cumplimiento del acuerdo (ASEAN, 1980).

No obstante, al margen de esta importante cuestión, durante la década de los 80 la estrategia económica europea hacia Asia se reduce, en gran medida, a tratar de evitar que los automóviles y los productos electrónicos de fabricación japonesa penetren en el mercado europeo y copen el mercado mundial. De tal forma, en muchos mercados europeos, de hecho en todos los mercados de los países fabricantes de coches, se imponen diversas fórmulas de restricción voluntaria a la importación de coches japoneses, y también se utilizan otros mecanismos para tratar de detener la invasión de productos de electrónica de consumo.

En resumen, este primer periodo de la relación se encuentra claramente condicionado por la política de alianzas exteriores de la RPC. China busca en Europa un socio y un aliado cuando se aleja del bloque comunista y queda aislado entre los dos bloques, y la CEE probablemente considera que se trata de una buena oportunidad para abrir una vía comercial en un país cerrado hasta la fecha y con elevado potencial de crecimiento futuro. Sin embargo, el acercamiento entre Pekín y Moscú, y la falta de una apuesta decidida por parte de una CEE todavía en desarrollo, provoca que el desarrollo de las relaciones comerciales sea más bien limitado.

III.3. Segunda etapa: 1985-1994. desarrollo del comercio Y de las relaciones económicas

III.3.1. Estrechamiento de la relación con China

La segunda etapa, caracterizada por el desordenado desarrollo del comercio y del conjunto de las relaciones económicas entre la UE y China, se inicia en 1985 con la firma del nuevo Acuerdo Comisión Europea-China para la Cooperación y el Comercio de 1985[58] (Comisión Europea, 1985).

El nuevo acuerdo se firma en un contexto sustancialmente diferente al anterior en al menos dos aspectos: primero, en China ya son patentes los cambios producidos por el lanzamiento de las reformas orientadas al mercado y la política de apertura al exterior; y segundo, la RPC cuenta ahora con acuerdos de comercio y cooperación económica con todos los estados miembros de la CEE excepto Irlanda.

Como principal novedad este acuerdo amplía los contenidos del Acuerdo de 1978, de forma que extiende el ámbito de cooperación desde el campo del comercio al conjunto de las actividades económicas (Griese, 2007, pág. 546). De tal modo, el nuevo acuerdo se compone de tres apartados principales: comercio, cooperación económica e inversión.

En cuanto al comercio, únicamente hay que señalar que el acuerdo mantiene los contenidos esenciales de lo establecido en 1978. Respecto a la cooperación económica, ambas partes se comprometen a desarrollar la colaboración económica en todos los ámbitos de común acuerdo y especialmente en los siguientes: industria y minería, agricultura (incluyendo la agro-industria), ciencia y tecnología, energía, transportes y comunicaciones, protección medioambiental y cooperación con terceros países. Para ello, ambas partes se muestran partidarias de favorecer la aplicación de diversas fórmulas para la cooperación técnica e industrial: producción conjunta, joint-ventures, transferencia de tecnología, etc. (artículos 10º y 11º).

En lo que se refiere a la inversión, en el artículo decimosegundo del acuerdo se recoge que ambas partes fomentarán e incentivarán un mayor volumen de inversión, mutuamente beneficioso, para lo cual "mejorarán el favorable clima de inversión existente en particular a través de la ampliación... de los acuerdos de fomento y protección de la inversión basados en los principios de equidad y reciprocidad" (Comisión Europea, 1985).

Adicionalmente, dado el diferente nivel de desarrollo de ambas regiones, en el artículo 13º de este texto la CEE muestra su disposición a prorrogar y ampliar el desarrollo del Programa de Cooperación con China. Finalmente, en el artículo decimocuarto se estipula que este acuerdo no afecta en ningún caso al poder de los Estados miembros para desarrollar actividades bilaterales con la RPC en el campo de la cooperación económica y alcanzar, en su caso, nuevos acuerdos de cooperación económica.

Como se observa, este texto plantea unos objetivos mucho más ambiciosos que el anterior de 1978. No obstante, el nuevo articulado referente a la cooperación económica y la inversión únicamente proporciona un marco global de actuación y no es capaz de concretar las vías para la puesta en práctica de esta cooperación económica, lo que en parte podría deberse a la falta de competencias plenas de la Comunidad en este ámbito[59] (Chen, 2003).

En octubre de 1988 se produce un nuevo hito en las relaciones entre CEE y China con la apertura de la Delegación de la Comisión Europea en Pekín. Así, si hasta ese año la Comisión únicamente contaba con tres delegaciones en Asia (Japón, 1974, Tailandia, 1978 y la India, 1982), durante el bienio 1988-1989 se añaden las de Pakistán, Indonesia, Bangladesh y Corea del Sur, además de la ya referida de la RPC.

A través de la apertura de esta delegación la Unión establece un nuevo canal para las relaciones oficiales, especialmente apropiado para las misiones diplomáticas de los países miembros y, sobre todo, de la presidencia europea. Así, aunque la delegación no desempeña un papel específico en la promoción del comercio, representa un punto de contacto básico entre las autoridades de ambas partes, permite un acceso privilegiado a la información sobre los acontecimientos que se producen en tierras chinas y facilita el desarrollo de los acuerdos de cooperación bilateral.

El proceso de acercamiento de la CEE se detiene en junio de 1989 al producirse los sucesos de la plaza de Tiananmen. La brutal intervención del ejército chino en contra de una manifestación de estudiantes que reclama un régimen democrático se salda con un sangriento balance[60], por lo que las principales potencias mundiales acuerdan romper sus relaciones con China. La CEE suspende las condiciones del tratado de 1985 para la cooperación económica y comercial y, de común acuerdo con los Estados Unidos, decide adoptar un conjunto de medidas sancionadoras entre las que sobresale el embargo de armas.

Sin embargo, lo cierto es que a finales de los 80 China había adquirido ya una relevancia económica mundial considerable, con lo que la postura de firmeza adoptada en defensa de los derechos humanos y los valores democráticos se enfrenta con los intereses de algunos agentes económicos que demandan más y mejores relaciones económicas y comerciales con China.

De tal forma, el enfrentamiento no se prolonga durante un periodo excesivamente largo y a comienzos de los 90 la CEE comienza a retomar sus relaciones con China (Algieri, 2002). En octubre de 1991 se reúne el Comité Mixto y acuerda examinar los problemas específicos que dificultan el adecuado desarrollo de las relaciones comerciales en una Reunión de Expertos en Comercio (que posteriormente evolucionaría a una serie de encuentros periódicos).

En 1992, tan sólo tres años después de los sucesos de Tiananmen, las relaciones entre la UE y China vuelven a encontrarse prácticamente normalizadas (aunque se mantiene el embargo en el comercio de armas), y durante los siguientes ejercicios la atención se centra en mejorar las condiciones para fortalecer los vínculos comerciales entre ambas partes.

III.3.2. Establecimiento tardío de acuerdos comerciales y económicos

A mediados de los 90 la Unión Europea se encuentra claramente a la zaga en comparación con otros países en el desarrollo de sus relaciones económicas y comerciales con China y con el conjunto de los países asiáticos. Este retraso obedece, principalmente, a la falta de una actitud proactiva por parte de la UE y a la carencia de una estrategia en sus relaciones con China y con el continente asiático.

En los 80 la UE opta por utilizar medidas proteccionistas y otras fórmulas de negociación para reaccionar ante los progresos comerciales obtenidos por los Estados Unidos. Ya en 1986, durante la cumbre ministerial del GATT en Punta del Este (en el lanzamiento de la Ronda de Uruguay), la preocupación europea se centra en evitar que su recién creado mercado único caiga en manos de sus competidores asiáticos y americanos.

Sin embargo, con esta actitud pasivo-reactiva lo único que la UE consigue es dejar transcurrir unos preciosos años sin unos objetivos ambiciosos en sus relaciones económicas y comerciales con los países asiáticos. La falta de una visión europea para China y Asia da lugar a unos tímidos intentos proteccionistas de la industria europea. Pese a todo, en estos ejercicios el volumen de importaciones se eleva y también lo hace el déficit de la balanza comercial (hasta 8-10.000 millones de ECUs entre 1992 y 1994).

Cuadro 9 Comercio exterior entre la UE y China. 1987-1994.

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El aumento de las importaciones, unido al incumplimiento por parte del país asiático de algunas normas básicas de comercio internacional, plantea la necesidad de establecer un diálogo más fluido en materia de comercio. En octubre de 1991 el Comité Mixto decide celebrar una Reunión de Expertos en Comercio para examinar los problemas específicos que obstaculizan el adecuado desarrollo del comercio.

En todo caso, la UE no inicia las conversaciones bilaterales en materia de comercio de forma regular hasta 1992. En estas reuniones se tratan tanto problemas sectoriales específicos (asuntos fitosanitarios y veterinarios, de la industria del metal, del calzado, las bebidas alcohólicas, los servicios), como cuestiones de carácter transversal (falta de transparencia, control de las aduanas, etc.).

Desde el punto de vista europeo, a través de estas reuniones se pretende: i) aumentar la comprensión mutua sobre los temas objeto de conflicto y mantener la presión sobre las autoridades chinas para conseguir una rápida resolución de los problemas; ii) buscar soluciones a los problemas de interés específico para la UE; y iii) evitar cualquier discriminación que pudiera surgir de los acuerdos del país asiático con otros países y, en particular, con los Estados Unidos.

Además de estas cuestiones bilaterales, la Unión aprovecha estas conversaciones para posicionarse como un agente colaborador en la incorporación del país asiático al sistema de comercio internacional y, más concretamente, para comenzar a negociar los posibles beneficios de un hipotético impulso europeo al proceso de incorporación de China a la OMC.

En abril de 1993 el Comité Mixto crea el Grupo de Trabajo en Economía y Comercio como foro específico para tratar los asuntos de comercio. Un año más tarde el Comité complementa la labor de este grupo de trabajo mediante el lanzamiento de tres Diálogos Sectoriales para abordar específicamente la situación de los derechos de propiedad intelectual, la agricultura y los servicios financieros.

Este trabajo permite alcanzar grandes avances y conduce a la firma de un nuevo acuerdo para el diálogo político y la cooperación bilateral. De acuerdo con su estrategia pasivo-reactiva, la Unión se muestra satisfecha cuando consigue evitar posibles discriminaciones y obtiene un tratamiento equitativo al ofrecido a otros países en China, especialmente en aspectos en los que los Estados Unidos había alcanzado acuerdos bilaterales preferentes como la propiedad intelectual, el transporte marítimo y el acceso al mercado (Comisión Europea, 1995, Epígrafe C4).

III.3.3. Lanzamiento del Programa de Cooperación

La cooperación con China comienza a desarrollarse a comienzos de los 80. La Comunidad Europea financia el primer proyecto de cooperación con China en 1984, justamente antes de la formalización del Acuerdo de Comercio y Cooperación de 1985. No obstante, es precisamente a raíz de este acuerdo cuando se pone en marcha un programa de ayudas a gran escala.

La Comunidad financia un total de 25 proyectos de carácter técnico y financiero hasta 1994. Estos proyectos se centran principalmente en el sector rural y combinan tres aspectos principales: a) asesoramiento y consejos prácticos sobre el terreno; b) cursos de formación impartidos en la UE; y c) el apoyo para la modernización del equipamiento.

En el ámbito de los programas de cooperación económica sobresale la labor desarrollada desde 1985 por el Instituto de Gestión Empresarial China-Europa (China-Europe Management Institute, CEMI). El CEMI ofrece formación en gestión empresarial a los estudiantes chinos, principalmente con un enfoque internacional, y sus cursos de MBA adquieren gran reputación rápidamente. Además, el CEMI lleva a cabo trabajos de investigación, elabora múltiples publicaciones, y a comienzos de los 90 desarrolla un amplio rango de cursos de gestión empresarial.

Sin embargo, frente al éxito del CEMI, el programa de apoyo a la modernización de las empresas chinas, en principio ideado como el proyecto estrella de cooperación económica de finales de los 80, no obtiene resultados especialmente positivos y es suprimido en 1989.

Cuadro 10 Volumen de Ayuda Oficial al Desarrollo de la Unión Europea, los Estados Unidos y Japón a China y a los países en desarrollo de Asia. 1976-1991.

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Durante esos años el programa de cooperación también comprende cursos de formación a empleados del gobierno chino (intérpretes), y cursos de formación sobre la propiedad intelectual. Estos últimos pretenden contribuir a adaptar la normativa a la regulación internacional, al tiempo que sirven de apoyo al gobierno chino para desarrollar una profesión relacionada con el cuidado y la defensa de la propiedad intelectual.

La cooperación con China en el campo científico comienza en 1984. Durante algunos años, este programa se centra en actividades puntuales, básicamente seminarios y cursos de formación. Sin embargo, a comienzos de los 90 el enfoque de la cooperación se orienta hacia la implantación de actividades de investigación conjunta con un elevado grado de valor añadido.

De tal modo, hasta 1995 se desarrollan más de 70 proyectos científicos compartidos, entre los que sobresale la cooperación en el área de la biotecnología. El desarrollo de la cooperación en esta materia queda reflejado con la creación en 1991 del Centro para la Biotecnología de la Comunidad Europea y China.

De forma paulatina, el programa de cooperación con China se convierte en un importante mecanismo para las relaciones entre la UE y China. En 1994 la Comisión Europea, de acuerdo con el gobierno y la comunidad de negocios china, decide adoptar una estrategia más ambiciosa para mejorar la formación empresarial de los gestores chinos. Así, el anterior CEMI deja paso a la Escuela Internacional de Negocios China-Europa (China-Europe International Business School, CEIBS), una escuela de negocios situada en Shangai, con mucho mejores instalaciones y mayor autonomía de gestión.

A través del programa de cooperación la Unión a poya a China en su proceso de transición, refuerza la sostenibilidad de sus reformas económicas y sociales, y potencia su integración en la comunidad internacional y en la economía mundial. El alivio de la pobreza constituye un objetivo transversal de varios de los programas de cooperación. No obstante, la estrategia de cooperación va más allá de la mera aproximación asistencial y trata de representar una respuesta integral a las necesidades de China.

En todo caso, se ha de mencionar que el enfoque de la Unión no se guía exclusivamente por el bienestar de la población china. Algunas de las iniciativas reflejan que la UE utiliza el programa de cooperación para atender también sus intereses en China y establecer los cauces para aprovechar las oportunidades de negocio (protección de la propiedad intelectual, etc.).

III.3.4. Diseño de una estrategia europea para el continente asiático

Al igual que sucede con China, la preocupación por la relativa posición de debilidad de la UE en Asia en comparación con los Estados Unidos motiva que a comienzos de los 90 la Unión empiece a considerar seriamente sus relaciones con el continente asiático. Además, la creciente competitividad de las economías asiáticas, la aparente estabilidad política, la apertura del mercado chino e indio, la puesta en marcha de una política europea común de comercio y la escasa rentabilidad obtenida en otras regiones (principalmente Africa y Latinoamérica), son algunos otros de los factores que propician este giro.

En 1993 la UE observa la celebración de la primera cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, Asia Pacific Economic Cooperation Forum) en Seattle, la primera cumbre internacional de alto rango en la que Europa no se encuentra presente. A diferencia de la Unión, los Estados Unidos habían demostrado su deseo por desempeñar un papel importante en Asia, y la UE advierte la imperiosa necesidad de fortalecer su presencia en Asia para poder mantener su competitividad global.

Ese mismo año Alemania prepara un documento estratégico sobre la nueva situación en Asia (Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania, 1993). El gobierno germano considera que Alemania y Europa deben examinar de manera crítica sus relaciones con Asia y subraya que las oportunidades prevalecen sobre los riesgos. Al mismo tiempo, las asociaciones empresariales alemanas crean una Comisión Asia-Pacífico como instrumento para potenciar la presencia alemana en la región.

[...]


[1] En 2007 los Estados Unidos obtiene el PIB más elevado con 13.843.825 millones de dólares, por delante de Japón con 4.383.762 millones, Alemania con 3.322.147 y China con 3.250.827 millones de dólares (Base de Datos de Perspectivas de la Economía Mundial del FMI, abril de 2008).

[2] En 1792-1793 se envía una misión diplomática británica con el propósito de obtener una ampliación del comercio y el fin de las restricciones al comercio en Cantón, pero las peticiones son rechazadas de plano.

[3] La guerra del Opio tiene lugar entre 1840 y 1842, y se origina por la agresiva respuesta británica a los intentos de los funcionarios chinos de erradicar el lucrativo negocio del opio en el que participaban los comerciantes británicos.

[4] El PIB per cápita a precios constantes de 1990 se redujo de 600 dólares en 1820 a 439 dólares en 1950 (Maddison, 2006, pág. 119, 120 y 264).

[5] Mao visita Moscú entre diciembre de 1949 y febrero de 1950 y establece una alianza con la Unión Soviética válida por un periodo de 30 años. Moscú promete ayudar a China en caso de ataque por parte de Japón o cualquier otro estado y también acepta conceder un crédito por valor de 300 millones de dólares para que China adquiera maquinaria y equipamiento soviético.

[6] A mediados de los 50 todas las empresas urbanas habían pasado a ser de propiedad estatal y todos los campesinos de China se habían organizado en colectividades.

[7] En 1958, una vez completada la estructura de colectivización, el agricultor individual se encontró sujeto a seis niveles diferentes de administración: en la cima estaba la provincia, seguida por la prefectura, el condado, la comuna, la brigada y el equipo de producción. Bajo los 2.000 condados de China había 70.000 comunas y bajo éstas 750.000 brigadas (de tamaño similar a una aldea). Por debajo de las brigadas estaban los 5.000.000 de grupos de producción, cada uno integrado por aproximadamente 33 familias o 145 personas (Fairbank, 1996, pág. 425).

[8] En las comunas agrícolas se introducen técnicas de cultivo innovadoras basadas en las erróneas ideas del biólogo soviético Trofim Lysenko que deparan unos resultados muy negativos.

[9] La Revolución Cultural tiene lugar entre 1966 y 1976, periodo durante el cual Mao lideró un movimiento de estudiantes radicales (la Guardia Roja) para hacer una purga de los intelectuales y dirigentes del Partido Comunista Chino más críticos con su actuación (a quienes se acusó de haber adoptado una actitud cercana al capitalismo).

[10] Curiosamente, a pesar de todo, en términos económicos el balance de la era maoísta en su conjunto no es tan negativo, y como recoge Bailey los resultados se pueden comparar favorablemente con los de Rusia, Alemania y Japón en etapas paralelas de la industrialización. Así, por ejemplo, la producción industrial entre 1952 y 1977 creció a una tasa media anual del 11,3% (Bailey, 2002, pág. 207).

[11] Desde que en 1956 hubiera sido nombrado secretario general, Deng había sido relegado y privado de todos sus cargos en varias ocasiones debido a sus ideas reformistas, pero cuando en julio de 1977 recupera el poder su ascensión sería definitiva (Higueras, 2003).

[12] Asignar la responsabilidad de la producción a la familia campesina proporcionaba un enorme estímulo, ya que significaba que cuanto más trabajaran más producirían para sí mismos y no para aportar a un depósito común.

[13] Tal y como reflejan Dougherty y Herd (2005), el sector privado obtiene en 2003 más de la mitad de la producción industrial, en comparación con una cuarta parte en 1998, y su actividad es mucho más eficiente que la del sector público. El Gobierno chino pretende limitar su control a un conjunto de industrias identificadas como las industrias clave para el desarrollo del país: la energía (petróleo, carbón, electricidad, agua y gas), las industrias del metal, la automoción y la industria de defensa.

[14] Aunque esta es la concepción más ampliamente aceptada, los economistas neoclásicos consideran que una Estrategia de Promoción de Exportaciones es una estrategia neutral en términos de comercio exterior (no hay una política contraria al comercio), y es similar al libre comercio (Chao-Wei, 2001).

[15] A comienzos de los 90 existe un amplio acuerdo entre los economistas sobre las ventajas de la adopción de la estrategia de promoción de exportaciones por parte de los países en desarrollo, acuerdo que todavía queda más fortalecido con la publicación de un informe del Banco Mundial que vincula la actividad exportadora y el crecimiento de los tigres asiáticos (Banco Mundial, 1993). Sin embargo, tras la crisis financiera del sudeste asiático (1997-1998) resurge la controversia sobre la conveniencia de esta estrategia (Harrison y Hanson, 1999; Rodríguez y Rodrik, 1999; Chowdhury y Mavrotas, 2006; Hansen y Rand, 2006).

[16] Según los datos del Anuario Estadístico de 2007 de la Oficina Nacional de Estadística de China el volumen de exportaciones se eleva desde 9.750 millones de dólares en 1978 a 968.940 millones en 2006. Por su parte, las importaciones pasan de 10.890 a 791.460 millones de dólares en este mismo periodo.

[17] Fondo Monetario Internacional (2005a).

[18] En 2005 sólo los Estados Unidos, con 99.400 millones de dólares, captan un volumen de inversión extranjera directa superior a China.

[19] Según datos del Ministerio de Comercio de China en 2005 las empresas con capital extranjero exportan 444.209 millones de dólares (de un total de 761.999 millones de dólares exportados por China).

[20] En 1994 se lleva a cabo una devaluación del renminbi (de 5,8 a 8,3 renmbinbis por dólar), que a menudo es mencionada como un factor muy importante en el auge de las exportaciones chinas (Naughton y Lardy, 1996; Adams et al., 2006).

[21] En la práctica este sistema consiste en referenciar el tipo de cambio a una cesta de divisas internacionales, aunque no se ha desvelado qué monedas forman parte de esta cesta ni cuál es el diferente peso de cada una de ellas. El tipo de cambio se publica diariamente por una agencia estatal, State Administration of Foreign Exchange (http://www.safe.gov.cn).

[22] Por este motivo, durante la crisis de capitales que afectó a la región del sudeste asiático entre 1998 y 2000 el renminbi no experimentó ninguna depreciación.

[23] Según los datos del FMI al finalizar 2007 las reservas japonesas ascienden a algo menos de un billón de dólares.

[24] Pese a todo, la importancia de la actividad agraria en China (aproximadamente un 12% del PIB), continúa siendo mucho mayor que en las economías desarrolladas (entre un 1% y un 2% del PIB en los Estados Unidos y en la UE).

[25] En 1981 se crea una Comisión Estatal de Planificación Familiar y se establece la norma de un solo hijo por familia con el propósito de limitar la población a 1.200 millones de personas en el cambio de siglo. Asimismo, la constitución revisada de 1982 subraya, por primera vez, el deber de los ciudadanos de practicar la planificación familiar. Debe reseñarse, no obstante, que no se aprueba ninguna ley para imponer dicho control de la natalidad, sino que el objetivo consiste más bien aumentar la proporción de familias con un solo hijo a través de diversas bonificaciones.

[26] A este respecto, resulta muy interesante el artículo "The Dictatorship of Talent" elaborado por Brooks y publicado por la versión digital de The New York Times el 4 de diciembre de 2007.

[27] En cuanto a las especialidades cursadas, tres tramas sobresalen por encima del resto: los estudios de ingeniería (aproximadamente un 33%), los de gestión empresarial (15%), y los de literatura (15%), datos que evidencian el enfoque eminentemente práctico y economicista de la educación.

[28] La OCDE recoge en la publicación "Income Disparities in China" una colección de artículos económicos sobre la disparidad de ingresos en China.

[29] El gobierno chino ya ha adoptado diversas medidas para tratar de corregir estos desequilibrios regionales. Destaca la puesta en marcha en 1999 del programa para el Desarrollo del Oeste, centrado en el desarrollo de infraestructuras (vías ferroviarias y líneas de electricidad), la formación y el apoyo a la industria de 12 de las provincias más pobres del país. Sin embargo, por el momento los resultados no han sido demasiado positivos.

[30] En esta misma línea, algunos estudios consideran que el actual volumen de reservas de la RPC es excesivo, y que probablemente esta cuantía comenzará a descender cuando exista una mayor presión de los costes sociales (Yan y Yang, 2007).

[31] Fukao coincide en buena medida con estas recomendaciones, si bien considera más urgente la apreciación del renminbi (Fukao, 2007).

[32] La ASEAN nace en 1967 con cinco países miembros, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia, y en la actualidad se encuentra integrada por un total de 10 países, los cinco anteriores junto a Brunei, Camboya, Laos, Myanmar y Vietnam.

[33] Esta base para el comercio surge debido a las distintas intensidades con que los factores se requieren en cada industria y las distintas cantidades en que cada país dispone de cada uno de los factores.

[34] A excepción de algunas industrias de Méjico, algunas categorías de productos de bajo contenido tecnológico de los países más pequeños, y algunos bienes de consumo duradero y maquinaria elaborados por Méjico y Brasil.

[35] Se trata de un ejemplo muy ajustado del modelo de comercio bilateral entre un país en desarrollo y una región industrializada, si bien lo sorprendente en este caso es que los países de América Latina (más desarrollados), desempeñan el papel de economía en vías de desarrollo y China el de país industrializado.

[36] Así se refleja en la declaración de cierre de la Cumbre del Foro China-Africa para la Cooperación de noviembre de 2006, cuando el presidente chino Hu Jintao afirmó que China y Africa tienen objetivos comunes que ofrecen un amplio campo para la cooperación. Además, el gobierno chino ha publicado el Libro Blanco sobre Africa como guía para las relaciones diplomáticas entre China y Africa.

[37] La ASEAN+3 alude a la adhesión de China, Corea del Sur y Japón a la ASEAN.

[38] No obstante, las estadísticas sobre empleo en China no son especialmente fiables y un gran número de trabajadores queda sin clasificar en ninguna rama de actividad concreta.

[39] Además del aumento de la oferta de trabajo en China, este autor también tiene en cuenta el registrado en la India y en los países de la antigua U.R.S.S.

[40] En el escenario más positivo, los países en desarrollo adquieren competencias tecnológicas y elevan sus salarios, al tiempo que los países industrializados conservan algunos sectores punteros y desarrollan servicios sociales para atender a los trabajadores negativamente afectados. En el negativo, China y la India se convierten en economías clave que utilizan un excedente de trabajo de bajo coste, los salarios de los países avanzados descienden o se congelan hasta que se alcanza la paridad y surgen nuevas formas de proteccionismo.

[41] FMI. Perspectivas de la Economía Mundial. Abril 2008.

[42] Según los datos del anuario de 2007 de la Agencia Internacional de la Energía, en 2005 los Estados Unidos figura como principal importador de petróleo (582 millones de toneladas), por delante de Japón (213 millones) y China (127 millones). También en 2005 los Estados Unidos emite el mayor volumen de dióxido de carbono a la atmósfera (5.816,96 millones de toneladas), y China ocupa la segunda posición (5.059,87 millones).

[43] En China se consumen 1,32 toe/capita frente a 4,15 en Japón y a 7,89 en los Estados Unidos (Agencia Internacional de la Energía, 2008).

[44] En enero de 2007 se hizo público el primer Informe Nacional de Evaluación del Cambio Climático. Este estudio anticipa que se producirán grandes sequías e inundaciones que reducirán muy notablemente las cosechas de arroz, maíz y trigo en las próximas décadas. En la sesión anual del Parlamento, celebrada el 16 de marzo de 2007, el primer ministro, Wen Jiabao, enfatizó la necesidad de optar por un modelo económico sostenible. El gobierno chino asumió el compromiso de reducir un 20% el consumo de energía por dólar de PIB y un 10% la emisión de los principales contaminantes en 2010 respecto a los niveles de 2005.

[45] Los datos reflejan un aumento de los intercambios comerciales de este tipo de bienes entre China y otros países asiáticos, y un descenso de las importaciones en la región de bienes procedentes de los Estados Unidos. Así, por ejemplo, si anteriormente China importaba componentes electrónicos de los Estados Unidos y la UE para fabricar ordenadores portátiles y teléfonos móviles, ahora estos componentes cada vez se obtienen más de otros países como Japón, Taiwan, Corea o Malasia. Más aún, estos componentes electrónicos se utilizan para satisfacer la demanda del mercado local, pero sobre todo para la fabricación de equipamientos informáticos, de telecomunicaciones, de audio y video y de bienes electrónicos de consumo (como reproductores de MP3), que posteriormente se envían a los Estados Unidos, la UE y al propio Japón.

[46] Rodrik cree que una política industrial experimental de apoyo a determinados segmentos de actividad podría resultar exitosa siempre y cuando se identifiquen y abandonen los proyectos fallidos (Rodrik, 2006).

[47] U.S.-China Economic and Security Review Commission (http://www.uscc.gov).

[48] Téngase en cuenta que la Unión Europea (UE) queda establecida con la efectiva entrada en vigor del Tratado de Masstricht (1 de noviembre de 1993).

[49] Por aquellas fechas, y una vez finiquitada la alianza comunista, el expansionismo de la URSS amenazaba las fronteras chinas.

[50] En 1968, la UNCTAD recomienda la creación de un "Sistema de Preferencias Generalizadas" en virtud del cual los países industrializados concederían preferencias tarifarias de modo autónomo a todos los países en desarrollo.

[51] En esa fecha Estados Unidos rompe sus vínculos oficiales con Taiwan y deroga el Tratado de Defensa Mutua de 1954, aunque la venta de armas a la isla continuaría en el tiempo.

[52] La concesión de este tratamiento también es importante si se tienen en cuenta las dificultades que el presidente estadounidense tuvo que superar anualmente entre 1989 y 1999 para conseguir que el Congreso de los Estados Unidos concediese este estatus a China (Messerlin y Wang, 2008, pág. 8).

[53] Como consecuencia del incremento del déficit comercial de China con los Estados Unidos durante los 70, en 1975 y 1976 el gobierno chino decidió abandonar la importación de productos agrícolas estadounidenses. Al contrario, el comercio entre Japón y China se desarrolló velozmente gracias a que las exportaciones japonesas se compensaban con su interés en la importación de materias primas (petróleo y carbón).

[54] El comercio bilateral entre China y la CEE-9 se sitúa en 348 millones de euros en 1970 y en 722 millones en 1974 (Chen, página 51).

[55] China se convierte en miembro del Acuerdo Multifibras en 1984.

[56] Datos facilitados por Eurostat para una hipotética UE-15 de la época (Eurostat, 2004).

[57] A inicios de los 70, cuando China se había aproximado a Washington como fórmula para demostrar su oposición a la URSS, el comercio entre ambas partes se había disparado desde 4,7 millones de dólares en 1971 a 921,2 millones de dólares en 1974.

[58] Cabe reseñar que este acuerdo todavía hoy constituye el principal marco legal en las relaciones con China.

[59] Este aspecto queda reflejado por la diversidad de iniciativas que la Comisión tuvo que desarrollar en la segunda mitad los 90 para la efectiva implementación de este marco general de colaboración.

[60] Aunque no existe un balance oficial del número de muertos y heridos, las estimaciones de la Cruz Roja se elevan a un total de 2.600 personas muertas y 30.000 personas heridas como consecuencia de estos sucesos.

Final del extracto de 397 páginas

Detalles

Título
Políticas públicas de la Unión Europea ante el despertar económico del gigante chino
Universidad
University of the Basque Country
Calificación
9,0
Autor
Año
2010
Páginas
397
No. de catálogo
V153871
ISBN (Ebook)
9783640666669
ISBN (Libro)
9783640666867
Tamaño de fichero
3395 KB
Idioma
Español
Palabras clave
Economía, Política económica, Unión Europea, China
Citar trabajo
José Antonio Maiza Larrarte (Autor), 2010, Políticas públicas de la Unión Europea ante el despertar económico del gigante chino, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/153871

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