La proliferación de los relojes mecánicos en el Occidente (Siglos XIV-XVII)

La "revolución" de los tiempos cotidianos


Hausarbeit (Hauptseminar), 2020

18 Seiten, Note: 1,0


Leseprobe


Índice

Introducción

La proliferación de los relojes (siglos XIV-XVII)

I.A) La aparición de los primeros relojes en la Baja Edad Media
I.B) Los primeros relojes públicos
I.C) La importancia de las campanas
1.D) Las innovaciones de los relojes y la proliferación de los relojes privados

La “revolución” social de los tiempos provocada por el reloj mecánico

II. A) El tiempo religioso
II.B) El tiempo laboral
II.C) El tiempo y la ciencia
II.D) El tiempo y la filosofía

Conclusión

Bibliografía

Introducción

Nuestra vida cotidiana hoy en día es inimaginable sin relojes: la medición exacta del tiempo es tan crucial para el funcionamiento de la cohabitación humana, de medida que su ausencia causaría el fin de la sociedad como la conocimos. El comienzo y el fin de la jornada laboral, la organización de las instituciones educativas, las citas con amigos en el tiempo libre, el sector de transporte o los deportes – todos son condicionados por la existencia de una mesura exacta del tiempo por medio de las máquinas relojeras.

El antepasado de todos nuestros relojes atómicos es sin duda el reloj mecánico cuyo invento ocurrió a finales del siglo XIII. Durante la Baja Edad Media, los relojes públicos expandieron de una manera muy rápida y cambiaron la vida cotidiana urbana en todo el Occidente. Los relojes con sus campanas indicaban no solo las horas iguales de 60 minutos y los numerosos oficios religiosos, sino también tocaban a una abundancia de acontecimientos, desde la apertura de las puertas de la ciudad hasta el cierre del mercado. Eso simbolizaba la creciente complejidad de las ciudades bajomedievales. Simultáneamente, se desarrollaban los primeros relojes privados gracias a innovaciones técnicas come el muelle como fuerza de motriz que provocó una “privatización” creciente del tiempo. Las repercusiones del invento del reloj mecánico en los campos religiosos y laborales fueron tan decisivas que algunos historiadores hablan de una “revolución” de los tiempos. El historiador estadounidense David S. Landes ve la posibilidad de una medición exacta del tiempo por medio del reloj mecánico incluso como una causa principal por la “formación del mundo moderno”.1

El tema de los primeros relojes mecánicos en Europa fue estudiado por numerosos historiadores de diversos países, debido a su importancia indudable por el desarrollo de la sociedad moderna. Entre los libros con un enfoque trasversal en cuanto al invento de las primeras máquinas del tiempo y sus efectos revolucionarios, destacan las obras de referencia de David S. Landes, Alfred W. Crosby2, G.J. Whitrow3 y Carlo Cipolla4. Además, los dos artículos clásicos de Jacques Le Goff5 sobre la dicotomía entre el tiempo religioso y el tiempo laboral en la época medieval continúan siendo una referencia notable. En el seno del estudio del “tiempo” visto de la perspectiva de la historia de la vida cotidiana, el artículo de Peña Díaz sirve como una buena introducción. Peña Díaz critica en ello la ausencia de estudios de historiadores de la vida cotidiana sobre el “tiempo” que habría “quedado prácticamente reducido a los estudios y catálogos sobre la evaluación de los objetos y mecanismos para su medición”, pero no sobre las “representaciones y las prácticas temporales en el día a día.”6

Entonces, este ensayó analiza como la difusión de los primeros relojes en el Occidente revolucionó la vida cotidiana de los humanos entre alrededor de 1280 y 1650. Para contestar a dicha cuestión, el ensayo se divide en dos partes principales. En primer lugar, traza el invento inicial del reloj mecánico y su primera proliferación durante los siglos XIV y XVI, tanto de los relojes públicos como de los relojes domésticos. En este marco, las campanas omnipresentes son de especial interés, ya que indicaron de manera audible la aparición de un nuevo orden temporal de la cohabitación humana. En segundo lugar, el ensayo trata la “revolución” social del tiempo, provocada por esta expansión relojera. Las consecuencias de este invento en los campos religiosos, laborales, científicos y filosóficos permiten entender mejor la dimensión que tuvo este invento para la vida cotidiana bajomedieval y moderna.

I. La proliferación de los relojes (siglos XIV-XVII)

I.A) La aparición de los primeros relojes en la Baja Edad Media

Muchos historiadores han intentado averiguar quién inventó el reloj mecánico, o mejor dicho, del escape de eje de volante que era esencial para el funcionamiento del reloj mecánico. Sin embargo, hasta la actualidad no sabemos quién ingenió este mecanismo tan original, así que el origen del reloj mecánico “continúa siendo un misterio”7 por la falta de fuentes inequívocos. Por lo menos, los autores están de acuerdo en torno a la fecha aproximada del invento. En efecto, muchas fuentes indican que los primeros relojes mecánicos aparecieron hacia 1280.8 Presumiblemente, ese invento ocurrió en el norte de Italia, ya que el primer reloj (1309) que conocimos es de la iglesia Sant’ Eustorgio en Milán (véase también I.B).

Con respecto al grupo de los inventadores, la mayoría de los historiadores suponen que los constructores del primer reloj mecánico eran monjes, porque los monasterios, marcados por la estricta jornada de oración, eran dependiente de una medición precisa del tiempo. Igualmente, en el siglo XIII, aún solo la Iglesia y así los monasterios poseían una elevada educación y conocían entonces los trenes de engranaje matemáticos.9 Por el alta nivel de la educación y la tecnología comparativamente avanzada del orden cisterciense, Crosby presume que el inventador del reloj mecánico era un monje cisterciense, posiblemente en Francia septentrional, “patria de la arquitectura gótica y la polifonía, donde la innovación avanzaba dando saltos”.10

Las primeras fuentes inequívocas sobre la presencia de relojes mecánicos aparecieron hacia 1310. Un ejemplo destacable es el de Richard de Wallingford (1292-1336), un monje inglés, que construyó el reloj de la abadía de St. Albans alrededor de 1330.11 Otros ejemplos notables de los primeros relojes mecánicos fueron el reloj del palacio de Visconti de Milán (1335), el reloj monumental de la catedral de Estrasburgo (hacia 1350) y el reloj de Giovanni de’ Dondi de Padua (hacia 1360).12 De Dondi describió en su conocido libro IL Tractatus Astrarii (1364) la elaborada construcción de un reloj mecánico . La sofisticación de estos relojes demuestra, según Landes, que los relojes eran a mediados del siglo XIV ya “en su tercera o cuarto generación”.13 Sin embargo, el reloj del siglo XIV todavía era “burdo, impreciso y poco fiable” sin esfera y manecillas, sino solo con campanas (véase capitulo I.C).14

Aunque el proceso del invento y de la primera proliferación de los relojes mecánicos no se puede trazar con certeza debido a la ausencia de fuentes, las consecuencias extensas de este invento están clarísimas. Muchos historiadores hablaron en este marco de una “revolución”15. Los relojes eran sin duda “la sensación tecnológica de la época”16 que permitió la entrada del Occidente a la “edad del tiempo cuantificado”.17 Según Boorstin, el reloj era el primer gran descubrimiento, porque gracias a la medición del tiempo, la humanidad pudo “liberarse de la cíclica monotonía de la naturaleza”.18 Analizaremos entonces los primeros relojes públicos de los siglos XIV y XV que iniciaron la cuantificación del tiempo y cambiaron así el concepto medieval del tiempo.

I.B) Los primeros relojes públicos

Ya desde principios del siglo XIV, había descripciones de los relojes. En este contexto, destaca la obra Paraíso (1317-1320) de Dante, en que el poeta italiano escribió: “Y cual resortes de reloj girando / van de modo, que a quien los ve, el primero / quieto aparece: el último escapando”.19 Presumiblemente, Dante describió aquí el reloj de la iglesia de Sant’ Eustorgio de Milán que constituye el primer reloj público del que tenemos constancia. Desde ese momento, la difusión de los relojes mecánicos progresó muy rápidamente, también gracias a la expansión urbana a principios del siglo XIV. A modo de ejemplo, hay fuentes que nos documentan la aparición de relojes públicos en Caen (1314), Beauvais (1324), Cluny (1340), Génova (1353), Bolonia (1356), Chartres (1359) o Ferrara (1362), entre otros.20 Asimismo, Peña Díaz escribe que “a partir de 1500, las principales ciudades españolas fueron poseyendo reloj público”.21

Todo eso indica que los primeros relojes mecánicos eran casi exclusivamente públicos, y se encontraban o en la torre de una Iglesia o en la fachada de un edificio profano como un palacio o un ayuntamiento. El motivo principal para la centralización del reloj era el coste enorme de la construcción y del mantenimiento de un reloj mecánico, que era muy voluminoso durante toda la Baja Edad Media y el principio de la Época Moderna.22 Las ciudades que querían mostrar su importancia y riqueza, aspiraban a poseer un enorme reloj con la finalidad de incrementar la reputación de la ciudad. Un famoso reloj era incluso una fuente de ingresos, porque era “el equivalente profano de las reliquias religiosas, que durante mucho tiempo habían servido de polo de atracción para los peregrinos y viajeros”, así que la costosa construcción de un reloj era una “inversión” para el futuro.23 Los relojes eran igualmente una fuente de competencia entre muchas ciudades cercanas. Además, los relojes eran vistos como “contribuciones al bienestar general”24, ya que todos los ciudadanos podían ver, o mejor dicho escuchar por medio de las campanas (véase I.C), las horas y así organizar su jornada. Durante la construcción de los relojes, que duraba algunos meses, todos las ciudadanos estaban entonces interesadas a la instalación del reloj y, después de su finalización, había a menudo un gran banquete festivo.

Además, los relojes servían para recordar diariamente a los ciudadanos quién poseía la autoridad, por ejemplo reyes, ducales o episcopales. Por ejemplo, el rey francés Carlos V decretó en 1370 que todos los relojes de Paris debían ajustar a su propio reloj en su palacio de la Île de Cité: “Es el reloj de palacio, va a su aire”.25 Por cierto, Carlos V encargó el relojero alemán Heinrich Wieck (Henry de Vic) a construir su reloj.26 Hasta finales del siglo XVI, los relojes privados eran muy escasos, así que las autoridades tenían un monopolio de la medición del tiempo, pese a la inexactitud llamativa de los primeros relojes mecánicos. Incluso el conocido reloj de Carlos V en Paris fue la victima de la mofa de los parisinos que se burlaron que “l’horloge du palais, elle vas comme il lui plaît”.27

Como los relojes públicos se encontraban evidentemente en las ciudades, la población urbana se acostumbraba más pronto que los campesinos a los relojes. Según Landes, la población urbana se mostró muy “dispuesta a aprender el nuevo lenguaje y las nuevas técnicas” de los relojes mecánicos.28 De hecho, toda la rutina de la ciudad fue afectada por la construcción de un reloj: el cierre y la apertura de las puertas de la ciudad, el tiempo de los mercados, la organización de la jornada. Por eso, Landes habla de “la victoria de un nuevo orden político, cultural y económico.”29 La popularidad del reloj público en el seno de la población urbana en ese momento se refleja en la cita de Jean Froissart que escribió hacia 1380 en su Li Orloge amoureuses con respecto al reloj famoso de Carlos V:

El reloj es, si bien se considera, / un instrumento muy hermoso y muy notable, / y es también agradable y provechoso, / porque día y noche las horas nos ensena, / por la sutileza con que comprende / al sol, estando incluso éste ausente; / por lo cual se debe apreciar mejor su maquinaria).”30

Otro elogio notable procede de la crónica de Milán de 1333 en la que el cronista anónimo elogió el reloj público que fuera de utilidad para personas de todas las clases sociales (summe neccesarium pro omni statu hominum).31

Durante siglos, el reloj público constituía entonces la única máquina complicada que “cientos de miles de personas veían cada día.” Por consiguiente, Crosby escribió que los relojes habrían enseñado a la población urbana la cuantificación no solo del tiempo, sino de todo el universo.32 Y al principio de la medición mecánica del tiempo, marcada por la ausencia de la esfera y de agujas, las campanas eran de importancia primordial por dicha cuantificación del tiempo.

[...]


1 LANDES, David S.: Revolución en el tiempo. El reloj y la formación del mundo moderno, trad. de Maria Pons Irazazábal, Crítica, Barcelona, 2007 [Versión original: Revolution in Time. Clocks and the Making of the Modern World, New York City, 1997].

2 CROSBY, Alfred W.: La medida de la realidad. La cuantificación y la sociedad occidental (1250-1600), trad. de Jordi Beltran, Crítica, Barcelona, 1998 [Versión original: The Measure of Reality. Quantification and Western Society (1250-1600), Cambrigde, 1997].

3 WHITROW, Gerald James: El tiempo en la historia, trad. de Teresa Camprodón, Crítica, Barcelona, 1990 [Versión original: Time in History. The Evolution of our General Awareness of Time and Temporal Perspective, Oxford, 1988].

4 CIPOLLA, Carlo M.: Las máquinas del tiempo, trad. de Antoni Martínez Riu, Crítica, Barcelona, 2010 [Versión original: Le macchine del tiempo, Bologna, 1981].

5 LE GOFF, Jacques: “Tiempo de la iglesia y tiempo del mercader en la Edad Media”, en Le Goff, Jacques: Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval, trad. de Mauro Armiño, Taurus, Madrid, 1983 [Versión original: Pour un autre Moyen Âge, Paris, 1978]. pp. 45-62. Y, en el mismo libro, LE GOFF, Jacques: “El tiempo del trabajo en la “crisis” del siglo XIV. Del tiempo medieval al tiempo moderno”, en Le Goff, Jacques: Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval, pp. 63-75.

6 PEÑA DÍAZ, Manuel: “Epílogo. Los tiempos en la vida cotidiana (siglos XV-XVII)”, en García Fernández, Máximo: C ultura material y vida cotidiana moderna. Escenarios, Silex, Madrid, 2013, pp. 279-306; 280.

7 WHITROW: El tiempo en la historia, p. 135. Alan Lloyd escribió al respecto: “Nadie sabe ni probablemente sabrá nunca quien inventó este mecanismo, pero cualquiera que fuese su nombre, se trató de un verdadero y autentico genio.”, en CC74.

8 CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, p. 16 y PEÑA DÍAZ: Los tiempos en la vida cotidiana, p. 285 y WHITROW: El tiempo en la historia, p. 137.

9 WHITROW: El tiempo en la historia, p. 136.

10 CROSBY: La medida de la realidad, p. 72.

11 WHITROW: El tiempo en la historia, p. 139 y LANDES: Revolución en el tiempo, p.61 y CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, p.27.

12 WHITROW: El tiempo en la historia, p. 140-143 y LANDES: Revolución en el tiempo, p. 99 y CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, pp. 20-22.

13 LANDES: Revolución en el tiempo, p. 65.

14 LANDES: Revolución en el tiempo, p. 99.

15 WHITROW: El tiempo en la historia, p. 10 y PEÑA DÍAZ: Los tiempos en la vida cotidiana, p. 285.

16 LANDES: Revolución en el tiempo, pp. 65-66.

17 CROSBY: La medida de la realidad, pp. 73-75. Crosby subraya que los occidentales no fueron los primeros en tener relojes mecánicos. Pero, eran los únicos tan fascinados del reloj, que favorecía las innovaciones técnicas siguientes. En cuanto a la construcción de relojes mecánicos en China, véase sobre todo CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, pp. 52-72.

18 BOORSTIN, Daniel J.: Los descubridores, trad. de Susana Lijtmaer, Crítica, Barcelona, 1989 [Versión original: The Discoverers, New York, 1983], p. 13.

19 En WHITROW: El tiempo en la historia, p. 143, trad. de Teresa Camprodón. Asimismo, Dante mencionó los relojes en su Comedia (24, 13-15).

20 CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, p. 17 y CROSBY: La medida de la realidad, p. 78.

21 PEÑA DÍAZ: Los tiempos en la vida cotidiana, p. 285.

22 LANDES: Revolución en el tiempo, p. 84-93, 230-232. El trabajo del relojero Sanç en Perpinan costó 1.667 libras, que hoy serían más de un millón dólares (p. 232).

23 LANDES: Revolución en el tiempo, p.94. Landes compara incluso los relojes de la Baja Edad Media con las catedrales de la Alta Edad Media en torno a su carácter espectacular.

24 LANDES: Revolución en el tiempo, p.84. Véase también pp. 93-94 y 233.

25 En LANDES: Revolución en el tiempo, pp. 90-91, trad. de Maria Pons Irazazábal.

26 Por cierto, la profesionalización de los relojeros ocurrió muy tardía: debido a la demanda creciente durante finales del siglo XVI y el surge de centros protoindustriales de la relojería como Augsburgo, Núremberg, Paris o después Londres y Ginebra, se desarrolló la profesión oficial del relojero. Antes, la mayoría de los constructores de los relojes fueron artesanos expertos en la elaboración de metales, como sobre todo cerrajeros. Véase CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, pp. 26-51.

27 CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, p. 20.

28 LANDES: Revolución en el tiempo, p. 93.

29 LANDES: Revolución en el tiempo, p. 93.

30 En CIPOLLA: Las máquinas del tiempo, p. 19, trad. de Antoni Martínez Riu, original en francés medieval.

31 En LANDES: Revolución en el tiempo, p. 96.

32 CROSBY: La medida de la realidad, p. 78.

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Details

Titel
La proliferación de los relojes mecánicos en el Occidente (Siglos XIV-XVII)
Untertitel
La "revolución" de los tiempos cotidianos
Veranstaltung
Historia de la Vida Cotidiana
Note
1,0
Autor
Jahr
2020
Seiten
18
Katalognummer
V520013
ISBN (eBook)
9783346113863
ISBN (Buch)
9783346113870
Sprache
Spanisch
Schlagworte
Uhr, Kirchenglocken, Erfindung der Uhr, mechanische Uhr, Wissenschaftliche Revolution, Zeitrevolution, Mittelalter
Arbeit zitieren
Tim R. Kerkmann (Autor:in), 2020, La proliferación de los relojes mecánicos en el Occidente (Siglos XIV-XVII), München, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/520013

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